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El problema de los plurinominales (Parte I)

Un poco de contexto. El presidencialismo mexicano, esa figura autoritaria que dominó el escenario político a lo largo de siete décadas, sustentaba su existencia en la subordinación hacia el Ejecutivo de los otros poderes del Estado: el Judicial y el Legislativo, los cuales, en teoría, deberían constituirse en sus contrapesos.

Durante ese periodo, los diputados y senadores que, otra vez en teoría, eran elegidos para representar los intereses de los ciudadanos, se convirtieron en facilitadores de las iniciativas del Ejecutivo, acotando su función de representantes populares a levantar la mano para aprobar los deseos del presidente en turno. En los hechos, el sistema político mexicano que presumía de apegarse a una democracia representativa no dejaba de ser una monumental simulación.

Ni los 300 diputados y 64 senadores representaban los intereses de los votantes que los eligieron ni las cámaras legislativas fungían como contrapesos del Ejecutivo. Solamente era cuestión de tiempo para que la cerrazón del sistema político desembocara en una crisis de legitimidad y obligara a introducir reformas en los espacios de representación.

La crisis se manifestó abiertamente en las elecciones de 1976, cuando el PAN decidió no presentar candidato a la Presidencia. La imagen de un solitario López Portillo ilustraba el carácter autoritario de un régimen que ya experimentaba serios cuestionamientos a su legitimidad. La reforma política instrumentada por Jesús Reyes Heroles en 1977 fue la respuesta del Estado mexicano para superar la crisis política y una de sus formulase fue ampliar el Congreso incrementando a los 300 diputados de mayoría 100 nuevas curules asignadas por el principio de representación proporcional. Así nacieron los diputados plurinominales.

Con esta medida se posibilitaba el ingreso al Congreso de representantes de otras fuerzas políticas con el objetivo de garantizar una conformación con diversidad ideológica y pluripartidista. Aunque el alcance de la reforma fue harto limitado desde la perspectiva de la democratización política, sí tuvo repercusiones importantes en el carácter de la representación política de los legisladores, estableciendo una clara diferencia entre los diputados de mayoría relativa, elegidos mediante el voto ciudadano de un distrito determinado, y los de representación proporcional, designados mediante una lista elaborada por cada partido y cuya elección dependía del porcentaje obtenido en los comicios.

Pero además este mecanismo fue utilizado por las cúpulas partidarias para garantizar el ingreso de sus cuadros dirigentes al Congreso. Es decir que sin una vinculación directa con el electorado, estos diputados representaban estrictamente los intereses de su instituto partidario.

Empero, la implementación de este dispositivo no modificó la hegemonía que el partido en el gobierno (PRI) mantenía en el Congreso. Con la presión de los partidos de oposición y la anuencia del PRI, una nueva reforma política en 1986 incrementó a 200 el número de diputados de representación proporcional (plurinominales) lo que elevó el número de legisladores a 500. Este crecimiento descomunal daba indicios del crecimiento de una clase política y su ambición de abarcar cada vez en mayor medida los espacios de la representación política. Pero fue la reforma de 1987 que introdujo en la Constitución el tema del financiamiento público a los partidos, donde la partidocracia que hoy padecemos encuentra su origen.

Por ello, en lugar de abocarse a revisar y mejorar cualitativamente el tema de la representación, optaron por duplicar el número de miembros en la Cámara alta, y mediante la reforma de 1996 adicionaron a los 64 senadores de mayoría relativa (dos por cada entidad federativa), 32 elegidos por el principio de primera minoría y 32 por representación proporcional.

Al parecer, el crecimiento descomunal ha sido inversamente proporcional a la confianza de los ciudadanos hacia las cámaras legislativas. Un clamor creciente demanda la desaparición de los plurinominales. Tema complejo que abordaremos en la próxima entrega.

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JJ/I