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Fractura en el PAN

Lo sucedido en el Partido Acción Nacional en los últimos días me ha hecho recordar el título de una magnifica novela del escritor colombiano y Premio Nobel de Literatura Gabriel García Márquez, publicada por primera vez a principios de los 80 –considerada, por cierto, una de las 100 mejores novelas en español del siglo 20–, Crónica de una muerte anunciada. Y no es que la trama o alguno de los personajes de la historia del gran Gabo se parezcan en algo a los protagonistas de la debacle del PAN, pero el título es ideal para describir en unas cuantas palabras lo ocurrido el pasado viernes en el partido albiazul: la crónica de una ruptura anunciada.

Los amagos de Margarita Zavala de abandonar el PAN, su inevitable salida del partido en el que militó durante 33 años, las palabras que eligió para explicar los motivos de su renuncia, el contenido de su carta de dimisión, todo, absolutamente todo, estaba de alguna forma anticipado. A nadie sorprendieron tampoco los intentos de última hora del dirigente nacional panista, Ricardo Anaya, para evitar lo inevitable. Con su inalterable expresión de monaguillo que no rompe un plato, el otrora joven maravilla publicó apuradamente en Twitter un mensaje videograbado urgiendo a Margarita a reconsiderar su decisión y, una vez consumada la salida de la distinguida militante, emitió otro advirtiendo la equivocación que, en su opinión, estaba cometiendo la ex primera dama.

 

Suicidio político

La fuerte sacudida en el PAN ha dejado tantas fisuras en el entramado de ese instituto político como las que dejó el reciente terremoto del 19S en miles de edificios de la Ciudad de México. La pregunta es si los daños sufridos le permitirán mantenerse en pie y en qué condiciones quedará su estructura. Es un hecho que Acción Nacional llegará al proceso electoral de 2018 en condiciones de amplia desventaja frente a sus competidores. Una fractura de esta magnitud en vísperas de unas elecciones tan competidas como las que se aproximan es un suicidio político.

En el affaire Zavala-Anaya, la soberbia y la terquedad no han sido buenos consejeros. Los argumentos de ambos son ampliamente conocidos. Ella dice que la dirigencia nacional ha impuesto condiciones antidemocráticas como las que tanto criticó en otros partidos y responsabiliza a Anaya de la división del PAN al impedirle participar y subordinar a la militancia a sus intereses personales. Él dice que Zavala se ha precipitado, pues no pueden modificarse los tiempos que están en la ley y que el plazo para definir el método de selección de los candidatos vence hasta el 13 de diciembre.

Habría que decir para ser honestos que Margarita padece ahora lo que en el pasado sufrieron otros panistas, cuando un grupo de familias de notables –entre ellas las de Calderón y Zavala– controlaban al PAN y cerraban a otros los espacios de participación. Hoy le toca estar del otro lado.

 

Perder-perder

La realidad es que nadie gana con la ruptura entre panistas. Al contrario, todos pierden. Felipe Calderón, quien como ex presidente encabeza un grupo influyente y numeroso en las filas de Acción Nacional, ha dicho que él irá adonde vaya su esposa. De ese grupo son parte los senadores disidentes Roberto Gil Zuarth, Ernesto Cordero y Javier Lozano, que han advertido que apoyarán a Margarita Zavala. Anaya pasará a la historia como el dirigente que por ambición personal y falta de destreza política provocó la estampida en el PAN.

El primer gobernador panista de la historia y actual senador por Baja California, Ernesto Ruffo Appel, perdió la oportunidad de quedarse callado. Aunque él se justifica diciendo que “a los traidores se les trata así”, afirmar que “con la salida de Zavala del PAN se va la pus” es una expresión que no corresponde a la decencia, el respeto y la cortesía que deberían imperar entre correligionarios.

 

Verba volant, scripta manent

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@GOrtegaRuiz

JJ/I