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El nuevo ciudadano mexicano

Recibí un video de los muchos que abundan en las redes sociales (no es nuevo, ya tiene tiempo circulando) que me resultó divertido primero, luego muy interesante, pero al final, doloroso. El video tiene como título ¿Por qué México es un país pobre y Estados Unidos es un país rico? Si algunos lo han visto, recordarán que un conductor mexicano conduce su auto y le da un aventón a un norteamericano compañero del trabajo. Sus conversaciones cotidianas hacían referencia a las diferencias entre ambos países: en la pobreza de México y la riqueza de los Estados Unidos.

En una de esas ocasiones el amigo norteamericano le dijo que la diferencia entre ambos países no es que México sea un país de pobres, sino un país de tontos. Y claro, el conductor se molestó: a nadie le gusta que insulten a sus compatriotas. Pero luego de que su acompañante argumentó que los gobernantes tomen 16 pesos de cada 100 de consumo (más los cobrados por sus ingresos) y se vuelve a votar por ellos cada tres o seis años; que las carreteras estén todo el año llenas de espectaculares inalcanzables para 90 por ciento de los negocios, pero no para gobernantes y políticos en campaña; que en Estados Unidos no se paga por usar carreteras que ya se pagaron con esos 16 pesos.

Además, ¿por qué cubrimos cada año un impuesto por tener un vehículo que ya pagamos cuando lo compramos? Lo mismo con la licencia, las placas o la verificación. Sin embargo, sus calles están llenas de baches, sin balizar y mal conservadas. ¿Por qué seguimos manteniendo a una aristocracia de políticos que dilapidan el erario y toman malas decisiones por los ciudadanos? En fin, el video obliga a reflexionar en torno a la responsabilidad de los ciudadanos que permiten esto.

De acuerdo con la publicación de una encuesta de Transparencia Internacional, Las personas y la corrupción: América Latina y el Caribe, se afirma que México presenta el mayor porcentaje de encuestados que afirman haber pagado un soborno para acceder a servicios públicos básicos en los 12 últimos meses, con 51 por ciento. Las evidencias más claras están en la prestación de servicios públicos, esencialmente en las escuelas, en la atención de la salud y en la documentación personal (de 33 a 39 por ciento). La organización considera que los gobiernos deben involucrar a la sociedad civil como parte de sus esfuerzos para combatir la corrupción.

El problema somos nosotros, los mexicanos, al igual que misma la solución. Por alguna razón idiosincrática, histórica o cultural, somos un pueblo que buscamos la solución de nuestros problemas en la figura mesiánica de algún personaje que nos los resuelva. Buscarla en alguna figura pública de cierto ciudadano impoluto es un deseo y esperanza en algunos votantes para las elecciones del próximo año.

Hasta ayer a mediodía se contabilizaban al menos 37 personas (más las que se acumulen) que aspiran a contender en las urnas para buscar la primera magistratura del país. El requisito: buscar el respaldo de 1 por ciento de la lista nominal de electores, lo que significa 866 mil 593 firmas de ciudadanos distribuidos en 17 entidades federativas. Sería interesante saber cuánto dinero se necesita sólo para hacer esta tarea.

Hasta que reconozcamos que la solución a nuestros problemas está en nosotros mismos, no en un mesías inmaculado y carismático, y que decidamos iniciar en el seno familiar, en nuestro círculo de amigos, vecinos y colegas una actitud más solidaria, cooperativa y responsable, entonces México será otro. En esta actitud está nuestra riqueza como país.

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JJ/I