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Palest1na Un1da

Tras años de espera se ha escrito un capítulo de esperanza en uno de los conflictos más trágicos derivado del “ego” humano. El 12 de octubre se alcanzó un acuerdo entre las dos facciones de palestina. Hamas, Movimiento de Resistencia Islámica, y Al Fatah, Movimiento Nacional de Liberación de Palestina, se han reconciliado para formar un gobierno de consenso nacional.

El desencuentro entre ambos grupos data de junio de 2007 cuando ambos grupos se enfrentaron militarmente en Gaza; desde entonces Hamas se instaló en la Franja y su rival político trasladó su gobierno a Cisjordania. Lo anterior es muestra que el conflicto palestino-israelí es un rompecabezas de más de dos piezas.

Por un lado Palestina está arrinconada y además dividida entre los nacionalistas (Al Fatah) y los islamistas (Hamas). Israel por su parte jamás ha actuado solo, su mera existencia como nación es producto de una decisión de los Estados Unidos canalizada mediante las Naciones Unidas en 1948.

En un papel secundario se encuentra la comunidad islámica y el bloque “Occidental” entiéndase por Canadá, Japón y la Unión Europea. Por último la comunidad internacional, aquélla que juzga y se manifiesta; sin embargo, su injerencia en el conflicto no es tan relevante como la de los actores principales.

La importante a destacar es que se acordó permitir a las fuerzas de seguridad de Mahmud Abás (presidente de Palestina) supervisar el cruce de Rafah, ubicado entre Gaza y Egipto. Lo anterior aliviará en gran medida la crisis humanitaria del enclave derivada del bloqueo y la destrucción ocasionada por los ataques de Israel.

El acuerdo anunciado en el Cairo es sin duda una luz de esperanza para la sociedad civil atrapada y destruida a causa del desencuentro de visiones. La reconciliación se cocinará a fuego lento, se espera que el gobierno de unidad se complete antes del 1 de diciembre. Mientras la comunidad árabe aplaude lo acontecido, Israel considera el acto un callejón sin salida, puesto que su postura de rechazo hacia Hamas es tajante.

Netanyahu, primer ministro israelí, ha denominado el pacto como un caramelo envenenado y lo considera un paso atrás en el camino de la paz entre Israel y Palestina. Difiero con Netanyahu, pese a que mi opinión carece de peso y eco  frente a la del primer ministro, la realidad es que el obstáculo para la paz son la construcción de comunidades judías que violan convenciones internacionales e imponen un brutal y humillante dominio en la región.

Sin más, se vuelve a demostrar que es el diálogo es el vehículo por el cual se resuelve, se reconcilia y se dignifica a la humanidad.

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JJ/I