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Hacer el teatro por amor

Constancia. La clave en la carrera de Ana Luz Navarro es no darse por vencida ante las dificultades que le ha presentado el teatro. (Foto: Alfonso Hernández)

Obras cómicas, de temáticas sociales como la violencia infantil y las drogas, la pederastia en el clero o la propia muerte han sido parte de su trayectoria. La actriz y directora Ana Luz Navarro es una de las voces más constantes en el teatro tapatío y aunque el camino no ha sido fácil sigue convencida de que el teatro es la herramienta más hermosa y, quizá, más directa para hablar con el otro y para dejar también que ese otro hable.

NTR. ¿Cómo te iniciaste en el escenario?

Ana Luz Navarro (ALN). Mi primer acercamiento fue como el de cualquier artista, en el kínder, muy pequeña soñaba con estar en el escenario. Mi mayor frustración era no poder estar en un papel principal. Me gustaba bailar en todos los bailables posibles, no sabía bailar, pero en el fondo lo que quería era estar en el escenario. En la primaria estuve en un colegio de monjas, así que por mi estatura me tocaron hacer personajes masculinos, fui Hernán Cortés por ejemplo. Mi cambio más radical fue en la preparatoria, vivía entonces en Irapuato, cuando entré había talleres de teatro, se me hicieron los ojos de corazón cuando lo supe. Tanto que comencé a faltar a clases por los ensayos, perdí la prepa, pero hice mi primera obra formal, una historia de Fernando Olivares y nos presentamos al concurso de obras en un acto en Guanajuato, eso fue lo más cercano a un trabajo formal y profesional. Pero entonces ya tenía que ganarme la vida y tuve que dejar el teatro para trabajar.

NTR. ¿Cómo llegaste, entonces a la escena de Guadalajara?

ALN. A los 10 años de comenzar a trabajar vine a Guadalajara, a un banco que tenía como prestación cultural un taller de teatro. José Gato Luna era el maestro, y él mismo dirigía la compañía de teatro del ayuntamiento en ese tiempo. Estuve varios años en el taller y después me invitó a hacer una obra de Emilio Carballido, Rosa de dos aromas. Tenía que decidir entre mi trabajo y el teatro profesional, por el peso de los ensayos. Me decidí por el teatro. Tuve dos días para decidir. Me fui a ganar mucho menos, a tener un seguro en el IMSS de tener uno particular. Pero elegí el teatro y eso fue hace 30 años, tenía ya 27, empecé tarde, pero del día que empecé a la fecha ya no he parado.

NTR. Luego pronto comenzaste a dar talleres...

ALN. Estuve poco en la compañía del ayuntamiento porque se vino el cambio de color en el gobierno y nos la quitaron. Después de una disputa, me contrataron en el Sindicato de Trabajadores para hacer el taller de teatro ahí, duré 23 años, ahí hicimos las cinco versiones musicales del Tenorio cómico. Luego tuve la fortuna de colaborar en los reclusorios del estado, dando clases de teatro, estando con ellos se me acabaron las obras que pudiera montar, eran puros hombres y uno de ellos escribió una obra, luego más, porque ellos comenzaban a escribir las obras: Cuando el amor es un delito, Ya basta y Deja de preocuparte: ocúpate. Escribieron pastorelas que ganaron concursos. Muchas de esas obras son parte de mi compañía Teatralerías, porque son muy fuertes.

NTR. Tu carrera ha tenido caminos muy fortuitos, ¿qué buscabas?

ALN. Lo que todos buscamos al principio: que fuera mi carrera cumbre, que pudiera vivir de hacerlo, pero pronto aprendí que o lo haces por amor o no lo haces, porque aquí en Guadalajara, y en otras ciudades, no todos pueden vivir de esto, sí hay algunos grupos que viven del teatro, pero yo no, fue un trabajo de estar luchando contra la corriente todo el tiempo, como todos tuve un momento de crisis en que ya no quería seguir, que era muy difícil. Pero esto es lo que quiero hacer, sé que no voy a vivir de eso, pero lo hago porque es lo que amo, me fascina estar en esto y eso es lo que he aprendido: que tienes que amarlo y estar convencido.

NTR. ¿Estás convencida del poder del teatro?

ALN. En reclusorios fue muy obvio, ahí dentro hay mucha homofobia y logramos que al menos dentro de una función esos estereotipos se hicieran a un lado. El teatro es así. Es para todo el mundo, se tiene la idea de que el arte general es elitista, pero la verdad es que no lo es, el teatro llega, te deja mensajes sin que te des cuenta, no porque tenga que educar, sino porque tiene el poder de convocar, de crear comunicación. El teatro necesita de gente común, de gente de todos los estratos sociales y de todos los aspectos físicos, con eso trabaja. El teatro es reflejo de realidad y trata de la vida misma. Saber transmitir y vivir. Es vida.

NTR. ¿Cuál dirías que es la obra que más te ha marcado?

ALN. Sería injusto elegir sólo un papel, hay muchas, pero mi niña querida es La muerte irredenta. Mientras Dios, la flaca y mis rodillas me dejen la seguiré haciendo. El próximo año cumplimos las 600 representaciones en 23 años ininterrumpidos. Celia Vargas la autora, devela la placa de mil representaciones, porque varios compañeros la han actuado. La quiero mucho por la respuesta de la gente. Es un personaje intangible y porque es lo único que tenemos seguro. No sabes si te vas a casar, o si serás padre algún día, si vas a triunfar en tu carrera, lo único que puede asegurar es que te vas a morir. La muerte irredenta te habla de que sólo pensamos en ella cuando la vemos cerca y a veces hasta la retamos, pero cuando la vemos cerca le huimos.  

La muerte irredenta se presenta del 8 al 12 de noviembre, en distintos horarios, con boletos de $100 y $150

FV/I