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Mea culpa

No es cínica sinceridad, es hacer valer el sudor legítimo, por ello me acuso de tramposa con una medalla de un maratón que no terminé.

La etiqueta de tramposo me parecía fuerte, porque pensé que el intento valió la pena, pero después de conocer a atletas de los que llaman “amateurs profesionales”, esos que como cualquier otro ciudadano trabaja (en estos tiempos hasta en jornada doble), atienden familia, casa, compromisos y además se distingue del resto de mortales por darse tiempo para los pesados entrenamientos que exige un maratón, entonces comprendí que la palabra se queda corta.

En el pasado Maratón de la Ciudad de México, el comité organizador reportó a cinco mil 806 corredores que no terminaron la justa, cortaron camino o se metieron en algún punto. La situación de exhibirlos como “tramposos” me pareció exagerada cuando pensé en el atleta que lo intentó, pero se rindió porque no le aguantaron los piernas; el que no tuvo tiempo para entrenar bien, pero cumplió su meta de correr; al que un día antes se desveló, pero ya estaba inscrito; al que los nervios le cobraron factura con calambres y por ello cortó camino; incluso también creí justo el esfuerzo del que se quedó en el “próximo año me preparo mejor” y hasta le compré la idea al que reconoció que le gustó la medalla y  sabedor de que no estaba preparado hizo su ruta más corta.

Y entonces conocí este año a un grupo de atletas, con amigos y compañeros de trabajo, de esos que tienen doble y hasta triple empleo; con agendas sociales de fines de semana saturados, quienes apenas duermen unas horas para lograr su plan de entrenamiento de madrugada o al anochecer, de los que van llenando sus piernas con kilómetros y la mente con ilusiones, entonces comprendí el valor que debe tener una medalla. ¿Cuántos atletas en verdad lo respetan? No lo sé, pero por ello es aplaudible que organizaciones como el maratón de Guadalajara den una serie de oportunidades para quienes se quedarán en el intento: competencia de relevos, inscripción alterna como corredor parcial y hasta un arco de meta diferenciado.

Anunciado esto, sobre aviso no hay engaños, los candados serán más fuertes contra los tramposos, los que saben que hay opciones alternas para ser parte de la fiesta atlética pero mantienen el codicioso espíritu por una victoria robada.

Dicho pues esto, parafraseo a un famoso actor que reconoció sus errores con la frase “soy hijo de Dios”, así pues, también mea culpa, pero sobre todo inspiro para en un futuro tener una legitima medalla de maratón.

@PatyPenia

JJ/I