INICIO > OPINION
A-  | A  | A+

De independientes, espurio(a)s y esquiroles

Al final del día la partidocracia se ha encargado de pervertir y despojar de su nobleza a las candidaturas independientes. La figura surgió cuando la Corte Interamericana de Derechos Humanos obligó a los legisladores a reformar el código electoral para restituir a los mexicanos un derecho que les había sido conculcado en la reforma política de 2007: el derecho de votar y ser votados a cualquier cargo de elección popular.

La solicitud de Jorge Castañeda a registrarse como candidato presidencial en 2005, rechazado por el Instituto Federal Electoral (IFE) y a la postre por la Suprema Corte de Justicia de la Nación, puso en evidencia las contradicciones del aparato jurídico-legal, que por una parte consagraba un derecho humano universal –votar y ser votado– pero además condicionaba su registro a que fuera propuesto por un partido político.

Obligado a introducir la figura de candidato independiente el legislador la adicionó en el paquete de modificaciones constitucionales, en la reforma política de 2012. Pero lo hizo de la peor manera posible, salvaguardando en todo momento el interés de los partidos políticos sobre el de los ciudadanos.

Por principio de cuentas los legisladores establecieron para otorgar el registro de una candidatura ciudadana una serie de requisitos que resultan materialmente imposibles de cumplir para un ciudadano común y corriente. En contraste se olvidaron, o tal vez fue con plena intención, de incluir entre estos requisitos uno que certificara la de ciudadano, es decir, de la no pertenencia a un partido político, de los aspirantes a este tipo de candidatura.

O como mínimo que hubieran renunciado a su militancia tres años previos a la solicitud. Este olvido ha beneficiado a los políticos en activo que, al no ser favorecidos con una candidatura por sus respectivas camarillas, recurren a esta figura para lograr sus propósitos.

La consecuencia de esta torpe legislación es que junto a un puñado de ciudadanos independientes que aspiran con absoluta legitimidad a una candidatura independiente han proliferado una serie de político(a)s profesionales que sin ningún recato abandonan su militancia partidaria y se transforman en ciudadano(a)s. En rigor habría que calificar de espuria su condición de independientes. Aunque hay varios que se ubican en este selecto grupo, como Jaime Rodríguez El Bronco y Armando Ríos Piter El Jaguar, el ejemplo más acabado de una independiente espuria es el caso de Margarita Zavala, que en el lapso de unos cuantos días renunció al PAN y solicitó su registro para la Presidencia.

Por otro lado, recientemente apareció un nutrido grupo de personajes, autoidentificados como representantes de la sociedad civil, que sin el mínimo rubor han manifestado al también autodenominado frente ciudadano, su disposición a convertirse en sus candidatos a un cargo de elección popular, preferentemente en el ámbito legislativo. Para decirlo en términos llanos, ofrecen su condición ciudadana al servicio de los intereses de los partidos políticos que conforman el frente.

Incapaces de afrontar el calvario que transitan los independientes legítimos, con la sola intención de preservar su carácter ciudadano, estos independientes utilizan su condición para obtener su candidatura por la vía expedita de los partidos políticos. Su conducta es similar a los obreros llamados a romper las huelgas. Se les conoce como esquiroles. No representan los intereses de los ciudadanos, sino de los partidos. Son, simple y llanamente, esquiroles.

Es claro el contraste entre estas dos figuras de aspirantes independientes con aquéllos que sin haber militado en un partido se enfrentan a una problemática colosal para cumplir con los requisitos que se imponen a los ciudadanos de a pie.

[email protected]

JJ/I