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El vivo, al gozo

Si el daño ya estaba hecho, a la FEPADE la acabaron de aniquilar y sepultar.

Los senadores primero le dieron carpetazo al tema de decidir si el fiscal electoral destituido, Santiago Nieto Castillo, debía ser o no reinstalado; luego votaron, eso sí con suma diligencia y con acuerdo del pleno, irse de puente y después viriguar quién podría ser designado para relevar en el cargo.

De ese tamaño es el interés de los legisladores por las instituciones. No les importa ni siquiera la suya porque aunque la reputación en que la tienen ya está bastante desgastada y descolorida, la destiñeron todavía más con la forma en que abordaron la crisis en esta fiscalía encargada de los delitos electorales.

Santiago Nieto dijo ser un hombre de leyes y por eso llevó ante el Senado su caso, al considerar que su cese se hizo sin seguir un proceso, fue fulminante y ya; por supuesto, descartó en todo momento incurrir en aquello de lo que se le acusó: haber violado el código de conducta al revelar información sobre la investigación que se sigue al ex director de Pemex, Emilio Lozoya Austin.

Pero en el Senado los asuntos jurídicos fueron lo de menos. Los argumentos de las dos partes ni siquiera alcanzaron a ser discutidos. Los partidos ahora sí que tomaron partido, pero para politizar el caso, no para resolverlo.

El PRI y su comparsa, el PVEM, se encargaron en primer lugar de darle largas, que corriera el tiempo y comenzaran a agotarse los 10 días disponibles para fijar una postura.

Después impusieron que se votara sobre la restitución o no del depuesto fiscal, pero en secrecía.

El resultado fue un debate que exhibió que a la hora de elegir funcionarios y discutir casos espinosos, los senadores pueden tener una doble cara amparados en el voto secreto.

Aunque el líder de la bancada priísta, Emilio Gamboa Patrón, dijo que los opositores eran unos groseros por insinuar que pretendía un mercado de votos con presiones y chantajes, no cedió en que la suerte de Santiago Nieto debía definirse secretamente. Prefirió apostar por la opacidad en lugar de demostrar que no había fines oscuros en el asuntito del voto oculto.

Al final, este debate por el voto secreto sólo sirvió para exhibir la calidad de la ética en el Legislativo, porque resultó que el ex fiscal electoral se desistió de su intento de pugnar para regresar al cargo.

Sin embargo, la salpicada quedó por todos lados: se exhibieron los senadores, todos porque se enfrascaron en una pelea con fines políticos; se debilitó la solvencia de la FEPADE al demostrarse que no es tan fuerte ni autónoma en la investigación de asuntos políticos escabrosos como el caso de Emilio Lozoya (o al menos queda la sospecha, y muy bien sembrada, de que fue esto lo que propició que la institución ahora esté sin cabeza).

Además, la capacidad y las decisiones de quien está a cargo de la PGR, que fue quien echó al ex fiscal, quedó en duda desde el momento en que los senadores abrieron la puerta al debate sobre el cese.

Por si fuera poco el lodazal, legisladores de oposición ahora afirman que a Santiago Nieto lo presionó la Secretaría de Gobernación para que se bajara de la pelea por ser reinstalado. Lo que cuentan se escucha como cuento de terror político: lo sacaron de su casa de madrugada, lo llevaron a un hotel, lo amenazaron con abrirle expediente y con cárcel. De hecho ya tiene seis averiguaciones en su contra.

El remate es que los senadores decidieron irse de puente de Día de Muertos y emitir hasta la próxima semana la convocatoria para elegir al nuevo responsable de la FEPADE. Mientras, la dejaron en el pozo para darle al vivo el gozo.

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JJ/I