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¿Cómo que no alcanza?

Las marchas y los bloqueos ciudadanos en la capital del país van en aumento conforme se van completando los días para que se cumplan dos meses del sismo del 19 de septiembre.

Tan sólo ayer, personas damnificadas bloquearon seis puntos de la Ciudad de México para exigir ayuda para la reconstrucción.

Los afectados de siete zonas, entre ellos el Multifamiliar Tlalpan y el Edificio Osa Mayor, aseguran que no han recibido apoyo ni del gobierno local ni de la administración federal y ahora aspiran a que la Cámara de Diputados contemple al menos 59 millones de pesos en el presupuesto de 2018 para resolver su situación.

El miércoles, los noticieros de televisión mostraron el intento de linchamiento de un conductor que intentó pasar por la fuerza entre manifestantes que exigían un diagnóstico estructural en la escuela primaria Toribio Velázquez Frías y que los alumnos sean reasignados a otra institución.

El conductor se identificó como servidor público, les lanzó gas pimienta y en su trayecto empujó con el vehículo a algunos vecinos. Los policías, como pudieron, evitaron que la tensión llegara a mayores consecuencias.

Ese mismo día, pero en otro punto de la ciudad, llevar unos mezcales encima y haber confundido dictámenes de edificios le costó a Ricardo Becerra, el comisionado para la Reconstrucción de la Ciudad, un reclamo airado y el respectivo quemón en redes sociales. Hubo quien golpeó la mesa sobre la que se analizaba la situación del inmueble de Zapata 252 y le exigió volver cuando estuviera sobrio.

La indignación no fue por cosa menor: el funcionario les dijo que su edificio tenía que ser demolido, pero los dictámenes que los afectados tienen indican que es habitable, pero necesita intervención. ¿Qué tenían qué hacer? ¿Reírse del pequeño error?

En un video, al comisionado se le ve en una situación por demás bochornosa intentando rectificar y calmar los ánimos ofreciendo otras reuniones. El comentario cínico de que ya se presentará sin mezcales corona muy lamentablemente la escena.

En la Ciudad de México 228 personas murieron en el sismo del 19 de septiembre; de ellas, 89 fallecieron en 10 edificaciones donde hubo corrupción, de acuerdo con el diagnóstico que hicieron los urbanistas Ricardo Daniel Coronado Altamirano y Sergio Chua Torres y que fue presentado por la Comisión de Vivienda de la Asamblea Legislativa.

Según los especialistas, el problema de la corrupción se presentó desde la falta de cumplimiento de las normas básicas y llegó a afectar decisiones fundamentales como el número de niveles o la construcción disfrazada de pisos o habitaciones adicionales.

Conforme pasa el tiempo, muchas cosas apuntan a la corrupción, pero ya no sólo como factor para que se hayan registrado colapsos de edificios, también como causal para que en las labores de reconstrucción y la entrega de apoyos priven el caos y la lentitud.

Los cuestionamientos cada vez son más y tienen que ver con razonamientos simples: ¿dónde está el dinero que otros países donaron? ¿Dónde está el fondo de desastres? ¿Dónde está el bono catastrófico de 150 millones de dólares?

Los inconformes exigen acción y solución. Están hartos de retórica, de hecho muchos lo estamos, incluso a miles de kilómetros de distancia.

A los que perdieron todo no les hace falta ver reuniones de evaluación en Los Pinos ni estar escuchando casi a diario al jefe de Gobierno Miguel Ángel Mancera Espinosa con sus justificaciones, muchas veces incomprensibles, y su baile de cifras que nadie alcanza a entender.

Aplicando la economía doméstica, ésa de la que tiene que salir para cubrir casa, alimentación, estudio, servicios, gasolinazo, impuestos y las alzas que se acumulen, la pregunta obligada que hacen es ¿cómo que no alcanza para la reconstrucción?

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JJ/I