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El sainete electoral

El 2018 se ha ido convirtiendo, de manera pausada pero persistente, en el tema dominante no sólo en las columnas de opinión sino también entre los ciudadanos de a pie, medianamente interesados en el devenir político nacional. El incremento de la atención pública hacia el escenario electoral no es gratuito. Tiene que ver con el activismo que a algunos se nos antoja precipitado, que actores políticos de los más variados pelajes, han venido desarrollando en días recientes, tanto en el ámbito nacional como estatal.

A contrapelo de quienes califican estos eventos como movimientos en el tablero electoral, yo creo que el término tablero no se ajusta estrictamente a la calidad del tipo de acciones que se desarrollarían en una partida de ajedrez. Movimientos inteligentes y meticulosamente planeados y ejecutados. No. Lo que tenemos son reacciones que difícilmente podrían identificarse como pasos de una estrategia racional orientada por motivos ideológicos y menos, enclavadas en un proyecto democratizador.

Así, representantes de partidos políticos, cuyo nacimiento y evolución se gestaron en las antípodas de una visión de país, se han aglutinado en torno a un frente con el qué retóricamente pretenden transformar el régimen, pero que en los hechos se aprecia como un intento desesperado, de inocultable tufo electoral, para conseguir su acceso a las instancias de representación política y garantizar una parte del botín presupuestal. Lo más probable es que tanto Manuel Gómez Morín como Lázaro Cárdenas deben estar revolcándose en sus respectivas tumbas, frente a los desfiguros de las cúpulas que dirigen los partidos que fundaron; el caso de Gómez Morín y el PAN o que fueron creados bajo su advocación, el caso de Cárdenas y el PRD. Debe ser doloroso para ellos atestiguar cómo dos proyectos de país radicalmente opuestos pretenden fusionarse mediante una melcocha discursiva con el único objeto de permanecer activos en la clase política y conservar sus privilegios.

Se pensaba que el sainete escenificado en el centro del país, enfocado principalmente en la disputa por la silla presidencial, no tendría repercusiones en las contiendas electorales a nivel estatal, especialmente en aquellos en los que las gubernaturas se encuentran en disputa. De hecho, no pocos analistas y opinadores pensaban que los afanes frentistas no tocarían a Jalisco. Se decía que el panorama estatal se encontraba bastante claro, con un aspirante a la gubernatura, el actual alcalde de Guadalajara y cuyo triunfo estaba prácticamente asegurado. A diferencia de la contienda nacional, la coalición de fuerzas políticas para asegurar la gubernatura en Jalisco no parecía constituir un requisito indispensable. Alfaro transitaba en caballo de hacienda hacia Casa Jalisco.

En días recientes, esta perspectiva sobre el devenir electoral ha experimentado dramáticas modificaciones. En un evento realizado de manera casi sigilosa y ante una escasa asistencia, los máximos representantes del Frente ciudadano acudieron al exclusivo salón Traslomas a realizar un evento al que denominaron Foro Ciudadano, mismo en el que a juicio de un cronista, los grandes ausentes eran precisamente los ciudadanos. Quienes sí se hicieron presentes fueron notables personajes de la clase política local, representantes de institutos políticos, alguno de ellos con una muy raquítica presencia electoral, con el objetivo específico de impulsar a una alianza electoral y de fusionar sus fuerzas a cambio de participar en la distribución de cargos y posiciones.

Ahí se hizo evidente el trato amable y comedido de quienes hasta hace algunos meses se asumían como adversarios irreconciliables. La oposición a ultranza ha derivado de una colaboración administrativa a una alianza política. El gran perdedor del proceso ha sido Alfaro. Como candidato de un frente partidista ya no puede presumir su condición de ciudadano.

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JJ/I