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Circo sin Soda

Así como la globalización homogeneizante y virulenta nos ofrece en México hamburguesas de McDonalds con McGuacamole, en otros lugares del planeta ofrece el McTzatziki con carne de cordero. Porque hay que ser globales para la expansión sin dejar de ofrecer un gancho que atraiga al consumo de acuerdo a los usos y costumbres en los territorios conquistados.

El Cirque du Soleil, comenzó como una compañía de teatro callejero en Canadá hace más de tres décadas, distinguiéndose por presentar espectáculos de circo sustituyendo animales por humanos, redefiniendo el concepto de circo contemporáneo. Años más tarde, se convirtió en una franquicia que recluta a miles de jóvenes atletas, coreógrafos, técnicos, diseñadores de todos tipos, que lo mismo tienen shows en Las Vegas que en los Emiratos Árabes o la Riviera Maya. 

El tan anunciado espectáculo sobre Soda Stereo, Séptimo Día, se estrenó hace unos días en la Arena VFG, lugar por cierto de acceso muy complicado. Y como es costumbre de los espectáculos itinerantes del Cirque, cumple. Apelando a la memoria colectiva de uno de los principales exponentes del rock latinoamericano, recurre a lo que saben hacer muy bien: presentar números de malabarismo, de virtuosismo en los trapecios o en el piso, contorsionistas fuera de serie, cuerpos extraordinarios producto del trabajo extenuante. Una fórmula que a manera de maquila repiten en varios continentes.

Estamos ya tan habituados a la espectacularidad que deja de conmover cuando no tiene un concepto de fondo sólido. Impresiona, sí. El impacto se agota también en un instante sin dejar marca. Séptimo Día parece ser un espectáculo creado a modo de factura por alguien que no entendió ni la historia de Soda Stereo ni la contundente presencia que tenía Cerati. Una secuencia de números desvinculados que igual hubiera dado poner de fondo cualquier música. Lo que se consigue es burda apropiación del catálogo de las canciones de Soda Stereo.

No es que la lectura de nuestros imaginarios en general logre malos resultados cuando son vistos por otros. Ahí tenemos la película Coco, que consiguió contar una historia sobre una de las tradiciones mexicanas más significativas de una manera no sólo digna, sino verdaderamente conmovedora con factura impecable.

Lo bueno de la diversidad de las ofertas es que nos permiten detectar los espejitos y los McGuacamoles que no vale la pena comprar.

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JJ/I