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Lecciones de Agua Azul para México

Sin duda la noticia nacional del mes de noviembre en materia de recursos naturales fue la de las cascadas de Agua Azul, en Chiapas, que prácticamente de un día para otro tuvieron un cambio dramático: de ser un caudaloso río con caídas impresionantes de agua en un azul deslumbrante, pasó a ser un paisaje de roca blanca, caliza, con lagunas remanentes en un nivel preocupante.

Muchos no daban crédito de lo que veían en medios informativos, ¿cómo de la noche a la mañana se pierde un río tan importante y atractivo en medio de un área natural protegida? Pero era real y las alarmas se encendieron a nivel internacional, a raíz de que el 9 de noviembre el flujo era mínimo y el paisaje deprimente.

Los diagnósticos preliminares de lo que pudo haber ocasionado tal escenario llegaron rápido de las autoridades, aunque todavía eran suposiciones: se habló de que los sismos del 7 de noviembre y consecuentes pudieron haber generado grietas por donde escapó el agua el subsuelo; que había azolves de tierra por las lluvias (o también por deforestación); y que hubo deslizamiento de rocas generando que el río se desviara sin llevar agua a las cascadas.

Pero cuando salieron a dar la cara para ahora sí resolver el problema, dijeron que empezarían estudios y en 20 días como mínimo tendrían algunos resultados; a partir de entonces, pondrían manos a la obra con un presupuesto superior a los 15 millones de pesos.

Los ejidatarios de Agua Azul, desesperados al ver su fuente de empleo agonizando, decidieron no esperar y con sus herramientas se organizaron para desazolvar el río. En efecto, había toneladas de roca y tierra obstruyendo el principal afluente de las cascadas, y por tres días se turnaron para limpiar lo mejor posible sin dinero de por medio. El esfuerzo dio resultados, al tercer día las cascadas volvieron a la vida, aunque no en su nivel más alto.

Si bien es cierto que lo sucedido en Agua Azul amerita una serie de estudios serios para conocer más a fondo sus vulnerabilidades y con base en ellos redefinir un plan de manejo a corto, mediano y largo plazo, este caso evidencia una serie de realidades que no se deben dejar pasar y, en algunos aspectos, incluso deben emularse a nivel nacional.

Por un lado, las autoridades dejaron en claro que no les interesa resolver una crisis en un área natural protegida ni siquiera porque se trata de un atractivo turístico de carácter mundial, menos por su valor ecológico. Si bien salieron a explicar lo que sucedía, postergaron las acciones para que un recurso natural tan vital como el agua volviera a sus niveles.

A quien verdaderamente le interesó es a quien se mojó la ropa y se ensució las botas para restituir el cauce: los ejidatarios, que deseaban conservar su fuente de empleo, que es el turismo por las cascadas. Y no solamente con su organización lograron su objetivo en nada menos que tres días, sino que ridiculizaron a las autoridades públicamente, que acostumbradas a la lentitud les pareció rápida su propuesta de resolver en 20 días.

El río de Agua Azul y sus cascadas son un ecosistema vivo, esto significa que es susceptible de responder a estímulos geológicos, hídricos, meteorológicos, biológicos o humanos, que constantemente debe ser monitoreado por la Comisión Nacional de Áreas Protegidas, y no solamente cuando entra en crisis.

Los ejidatarios chiapanecos son los que dan una lección al país: sentarse a esperar a que el gobierno resuelva es dejar la vida irse; el trabajo coordinado de la gente es el que mueve a este país.

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JJ/I