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Una democracia sin partidos

La fina ironía del historiador y sacerdote Armando González Escoto se hace presente en el texto La sucesión presidencial de 2018 en México. Una reflexión sobre la sociedad mexicana y la clase política que evoca aquel título del libro de Francisco I. Madero de 1910. Salvando las diferencias, el texto de Madero es un auténtico manual sobre la democracia que se necesitaba en 1910 cuando México era víctima de una dictadura que tuvo una duración de 30 años por parte de Porfirio Díaz.

González Escoto expone que mientras una parte de la sociedad mexicana busca caminos que la lleven al progreso y a la solución de los graves problemas que la aquejan, como la corrupción, la inseguridad, la pobreza y tantos otros, la clase política pareciera solamente preocupada por mantenerse de por vida en la nómina, para lo cual fundan nuevos partidos, maquillan los ya existentes o se escapan a las avenidas de las candidaturas independientes.

Como un manual para construir ciudadanía, hace las preguntas que inciden en nuestra responsabilidad ciudadana. ¿Por qué hemos permitido que esto suceda? ¿Cómo se ha producido este increíble laberinto en la vida política mexicana? ¿Cómo salir de este pantano sin hundirnos más?

Madero, en el capítulo titulado El poder absoluto en México, logra que el lector viaje hasta esa época de la historia y se percate de la situación que se vivía en esos tiempos, un poder absoluto en México con la dictadura militar de Díaz.

El historiador González Escoto argumenta que ahora lo que impera en México es la dictadura del sistema político, gane el partido que gane, el sistema se mantiene en la peor de sus versiones, la dicta-blanda, corrupta y corruptora que explota y desangra a la nación todos los días.

Subraya que tenemos una clase política endogámica, cuyo único fin es perpetuarse, de ahí que los espacios de los tres poderes y de los tres niveles de gobierno estén plagados de los hijos, nietos, sobrinos, yernos, nueras, cónyuges, madres, padres, suegros y cuantos sea posible, todos ganando en abundancia y sin productividad. Todo esto gracias a los ideólogos de la era de los partidos que sustituyeron la dictadura de un partido por la dictadura del “sistema político” mexicano.

Madero enuncia que la democracia es el método adecuado para gobernar siempre y cuando los pensadores sean los que participen en la contienda electoral, que eso requiere de que los representantes aprendan todo sobre administración en las aulas y no luchando en las guerras, teniendo los valores humanos por encima de cualquier aspiración al poder.

Una de las acciones que expone González Escoto es admitir como sociedad que todos hemos sido parte de la actual corrupción destructiva, pero que ha llegado el momento de parar. Se hace indispensable una toma de conciencia y compromiso de todos los actores sociales para dejar atrás la idiosincrasia del sistema y establecer un nuevo pacto social.

Tenemos que ponernos a pensar en la construcción de nuevos caminos de entender y hacer efectiva la democracia. ¿No sería bueno pensar ya en una democracia sin partidos? Una democracia sin partidos establecería una democracia de instituciones calificadas a evaluar candidatos para puestos públicos de los tres poderes, dar seguimiento al desempeño de manera constante, donde los integrantes de los tres poderes estén ahí sólo por sus capacidades y una trayectoria limpia, recibiendo a cambio un sueldo equivalente a un profesionista medio, dependiendo de los resultados.

México está hecho de principios y valores que “alientan la solidaridad, la resiliencia permanente, la generosidad, el deseo de compartir y convivir, de experimentar la alegría o el dolor desde el abrazo de la comunidad”.

Considera que esto no puede ser arrojado al tiradero de la historia por un gobierno corrupto que ha deshilachado el tejido social, poniendo en riesgo de perder todo lo que como cultura y país se ha logrado. Es tiempo de reaccionar y de cambiar el rumbo en este colapso nacional.

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JJ/I