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¿Sólo Meade?

José Antonio Meade Kuribreña dice que con él hay dos certezas: que va a ganar en las elecciones y que seguirá teniendo la misma sencillez y humildad que sus cercanos le elogian.

El precandidato ya es el candidato del PRI a la Presidencia de la República aunque siga la función de teatro que incluye convocatoria, autorización para contender y registro.

Después de toda la cargada tricolor que se ha visto a su alrededor (desde secretarios de Estado y legisladores, hasta las confederaciones y el sindicato de la Federación) queda claro que no habrá quien quiera atravesarse. Ivonne Ortega estaba bien puesta para pelear la candidatura y criticó abiertamente las malas señales del partido para garantizar la equidad en la contienda interna, pero ha guardado silencio desde la unción de Meade Kuribreña y tras una reunión previa en Los Pinos y el hecho de que el PRI ya no le recibiera el pago de sus cuotas como militante.

Por eso el ex secretario de Hacienda habla de certezas. Ante lo mesiánico, ofrece certidumbre, construir puentes, cambiar lo que no está funcionando, construir nuevas instituciones.

Habla de restaurar la imagen del servicio público. Dice que por unos cuantos, los servidores públicos han perdido la confianza de la sociedad y parafrasea eso de que los buenos son más.

Como se dice popularmente, Meade Kuribreña ya se ve en Los Pinos y todos los sectores priístas ya acarician el triunfo en 2018 del que llaman el candidato de la esperanza. Lo venden casi, casi como la mágica solución a todos los males, destacan el voto de confianza que tiene de todos los sectores, incluso, de la iniciativa privada.

Pero no la tiene fácil. El principal problema es que, aunque se diga que el PRI abrió puertas y ventanas para postular a quien no pertenece a sus bases, Meade Kuribreña ahora lo representa y más de la mitad de la población mexicana no simpatiza con el partido. El tricolor es un barco con tremendo boquete causado por la corrupción, el abuso de poder, la negligencia, la insensibilidad, la pobreza extrema entre otros factores.

Si bien las encuestas tienen sus trasfondos, una muy reciente de Buendía & Laredo, 40 por ciento de los electores consideraría votar por Andrés Manuel López Obrador y sólo 25 por ciento lo haría por un candidato priísta.

El principal argumento de Meade Kuribreña es que no está afiliado a ningún partido y con eso ya intenta hacerse pasar como independiente; sin embargo, habrá que ver qué tanto puede cambiar el humor político de los votantes este adoptado del PRI que ya lleva puesta la emblemática corbata roja de esa fuerza política.

Habrá que ver si consigue que los votantes hagan a un lado que Meade Kuribreña representa medidas que le han pegado a sus bolsillos (gasolinazo, por ejemplo), que durante su paso por la Secretaría de Desarrollo Social (Sedesol) la pobreza extrema siguió aumentando mientras gobernadores incurrían en un escandaloso desvío de recursos de la dependencia hacia empresas fantasma sin que hubiera consecuencias.

Pero ante todo habrá que ver si consigue separarse de las malas cuentas de la administración de Enrique Peña Nieto, el presidente que lo fue madurando paseándolo por la cancillería, la Sedesol y Hacienda, hasta que lo benefició con el dedazo.

Lo que sí queda claro es que si un partido tiene todo el aparato y el recurso para quitarse del camino a cualquier adversario y ganar la Presidencia en 2018, ése es el PRI.

También está claro que si el PRI no gana, agandalla… a menos de que la decencia, la responsabilidad y la seriedad que se atribuyen a Meade Kuribreña hagan magia y, como dice, sólo sea él mismo.

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JJ/I