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PRD: cambio para no cambiar

No sé si el relevo le llegó en buen momento al doctor Raúl Vargas López como dirigente estatal del PRD, ante la vapuleada recibida por el papel que jugó en elecciones pasadas en contra de Enrique Alfaro Ramírez y el que tendría que hacer ahora que su partido será aliado del líder del partido Movimiento Ciudadano y alcalde de Guadalajara.

La orden del Tribunal Electoral para que el partido del sol azteca renueve sus dirigencias estatales y la nacional –que se efectuará el día 9– quiero creer que le cayó a Vargas López como un salvavidas, pero también estoy convencido de que estaba dispuesto a cumplir con la tarea de promover al aliado porque su responsabilidad estaba más allá de sus filias y fobias.

El escenario que enfrentaba Raúl Vargas con miras al proceso electoral del año próximo llevó a no pocos de sus amigos a comentar que lo mejor era que renunciara a la presidencia del PRD, pero si eso estaba entre sus pendientes quizás sabía que su salida de la dirigencia estaba próxima y que, por lo tanto, no era necesario complicar un proceso que ayer domingo salió más que planchado: ni un voto en contra de la nueva fórmula que dirigirá al partido.

Víctor Hugo Prado y Natalia Juárez Miranda son desde ayer los nuevos presidente y secretaria general del partido del sol azteca, y serán quienes tengan en sus hombros no sólo arrimarle el mayor número de votos al otrora adversario Alfaro Ramírez, sino evitar que su partido no tanto que desaparezca pero sí que se hunda más.

Guardadas las proporciones que significa una elección presidencial con una local, la realidad del perredismo en Jalisco es más que lamentable, pese a la buena cara que en su interior pretendan ponerle al mal momento por el que atraviesan, si vemos los números obtenidos en la pasada elección de 2015 (local) y los comparamos con los de hace seis años, en 2012 (presidencial).

Si el PRD lanza un candidato a la gubernatura será únicamente para cumplir el requisito que establece la ley, pero nadie duda que el voto mayoritario sería a favor de Enrique Alfaro llevando de facto a su verdadero candidato a la gubernatura, con lo que sumaría dos elecciones sin postular a un perredista de sangre pura.

En 2012 el PRD no tuvo empacho en postular a un panista de hueso colorado que le bastó renunciar a su partido –al que ya regresó cual hijo pródigo– para convertirse en amarillo electoral, como fue Fernando Garza Martínez, quien llevó al perredismo a un cuarto lugar con 3.38 por ciento de la votación estatal (115 mil 347 votos), muy lejano del tercero, que fue el PAN, con 20.38 por ciento.

En 2015, sin el impulso de una elección presidencial, el PRD cayó estrepitosamente al no haber logrado incluir ni un solo regidor en los ayuntamientos metropolitanos. En Tlaquepaque contendió en alianza con el PAN, pero ni de chiste puede considerársele a Carmen Lucía Camarena Pérez como su regidora.

Los ex diputados locales que en el trienio previo tuvieron una actuación destacada en el Congreso del Estado, Celia Fausto Lizaola y Enrique Velázquez, postulados para las alcaldías de Guadalajara y Zapopan, respectivamente, fracasaron en su intento al obtener apenas 1.06 por ciento de la votación (7 mil 24 sufragios), la primera, y 1.31 por ciento (equivalente a 5 mil 592 votos), el segundo.

Hoy sobre el escenario perredista se asoman negros nubarrones para 2018, pues si no concretan una alianza formal con el partido alfarista de Movimiento Ciudadano, sus candidatos podrían naufragar peor que hace tres años si el voto se le entregará de facto a Enrique Alfaro. Y si oficializan la alianza, nada garantiza que en el reparto, cuando menos, saldrán tablas.

Así, pues, con Víctor Hugo y Natalia el frente del comité estatal, sabremos si el PRD cambió de dirigencia para seguir igual.

ES TODO, nos leeremos ENTRE SEMANA.

JJ/I