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Las rutas del aceite quemado

Hay maneras. Tirarlo al lavabo no es, ni de cerca, la forma de deshacerse del aceite. (Foto: Especial)

“Fritas saben más ricas”, responde un cliente a la mesera cuando le pregunta cómo va a preferir sus quesadillas en una cenaduría de la colonia Independencia. A sólo un metro de ellos está el sartén con un burbujeante y ruidoso aceite donde se darán un baño hirviente los platillos de la clientela, una escena cotidiana. Lo que sale de lo obvio es la ruta que sigue ese aceite quemado cuando se apaga la lumbre y el comensal se marcha. Ahí empiezan los problemas.

Por un lado, someter a altas temperaturas el aceite implica cambios químicos que generan productos, como el 4-hidroxy-2-nonenal o HNE, altamente dañinos e incluso cancerígenos para quien frecuenta los platillos fritos en aceite requemado, mientras que en el medio ambiente verter estos residuos en el agua causa desequilibrios exponenciales: un litro puede contener hasta 5 mil contaminantes diferentes que impactarían hasta 40 mil litros de agua limpia.

A pesar de estas implicaciones, un reciente estudio de tesis de estudiantes del Centro Universitario de Ciencias Biológicas y Agropecuarias (CUCBA) demostró, con una muestra poblacional, que la mayoría de los miembros del campus incurre en formas inadecuadas de desechar el aceite quemado, siendo el lavabo y la basura sólida las formas más comunes de deshacerse de él cuando ya fue usado en casa.

Los resultados que obtuvieron fue que 72 por ciento lo tira a través de diferentes métodos, mientras que 28 por ciento aseguró acopiarlo para su adecuada disposición final; se trata exclusivamente de encuestas a estudiantes de las diferentes carreras del área de ciencias biológicas.

De quienes sí admitieron tirarlo, 53 por ciento lo vierte al lavabo de su cocina, 26 por ciento lo echa a la basura, 13 por ciento lo arroja directamente al drenaje y 6 por ciento al suelo o a la tierra.

Todas éstas son formas inadecuadas de deshacerse del aceite usado, aunque los autores del estudio, Correa Cortés, Barreto Alcalá, Aviña Cervantes, Robledo Ramírez y Cortés Gutiérrez, hayan tenido por objeto conocer con datos cuáles son las vías que usan para este fin considerando que la comunidad en estudio tiene formación para dimensionar tal impacto ambiental; sin embargo, sólo 10 por ciento reportó conocer algún centro de acopio para entregarlo.

Al ser el lavabo la forma más habitual en que se desecha el aceite quemado, a pesar de su alta carga de contaminantes, existe otra implicación más allá de la ambiental, tiene que ver con la infraestructura sanitaria. Investigadores y autoridades locales tienen documentado que incurrir en esta práctica, además, genera taponamientos en las tuberías sanitarias y hasta descomposturas en las plantas de tratamiento, reduciendo su vida útil y dificultando el saneamiento del agua.

La propia Asociación Nacional de Industriales de Aceites y Mantecas Comestibles de México (Aniame) reconoce lo generalizado de estas formas inadecuadas para desecharlo y se ha comprometido a buscar formas de hacer más fácil su acopio, sin resultados actuales. También el Ayuntamiento de Guadalajara había planteado la posibilidad de generar un convenio con la Universidad Autónoma de Guadalajara, que desarrolla proyectos de generación de biodiesel a partir de aceite vegetal quemado, para instalar centros de acopio públicos con ese fin, pero tampoco se ha cristalizado.

Para darle un manejo adecuado, tanto pequeños como medianos generadores de este residuo deben acopiarlo en recipientes para llevarlo a alguno de los nueve sitios autorizados por la Secretaría de Medio Ambiente y Desarrollo Territorial (Semadet), ya que éstos lo transformarán en otros productos. En el caso de los grandes generadores, como los negocios de alitas de pollo fritas o de comida rápida, deben tener un contrato con una empresa recolectora y reportar sus cifras al gobierno estatal. La basura de unos es el tesoro de otros.

JJ/I