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Fieles tapatíos visitan a la Virgen


Las largas filas parecen ser odiosas para todos, pero no es el caso cuando la fe es la que motiva.

A causa del 12 de diciembre, ayer miles de tapatíos acudieron al Santuario de Nuestra Señora de Guadalupe para venerar la imagen de la Virgen, que ha formado parte de la idiosincrasia mexicana por más de cinco siglos.

Tras agotar la fila que permanentemente se extendió desde la entrada al Santuario hasta la calle Manuel Acuña, el tiempo dentro del Santuario pareció corto para los fieles.

Por eso, aprovechaban los pocos minutos en los que se recorría el tramo comprendido entre puerta y los pies del altar para sumirse en sentidos cánticos, observar a la guadalupana enmarcada en las banderas de una docena de naciones latinoamericanas y, por qué no, tomarse una selfie con la imagen venerada.

Entre la noche del lunes y la tarde del martes, la Unidad de Protección Civil y Bomberos de Guadalajara reportó la visita de casi 29 mil feligreses al Santuario. Cada uno con una historia detrás.

“Vengo a darle gracias a Dios por los tres niños. Desde la niña los doctores me decían que no se iba a lograr, porque tuve un aborto y a mes me embaracé de ella. Entonces se la encomendé a la Virgen y le dije que si me la lograba, ya se la iba a traer. Año con año vengo desde hace 11 años. Mi hijo cuando nació no podía respirar, lo metieron a la incubadora y a mí me dieron de alta y él se iba a quedar, por eso aquí estamos, porque es muy milagrosa”, narró María Elena Camacho.

Pedir milagros o agradecer los favores recibidos son las motivaciones reiteradas entre los fieles. María de los Ángeles tiene una historia similar a la de María Elena.

“Vengo para agradecerle por mi hija, porque la Virgen me ayudó a salir bien cuando ella nació. Me tardé más de 24 horas en labor de parto y al final nació bien, por parto normal, aunque venía enredada en el cordón umbilical, está sana. Los traigo desde que ella nació, va a cumplir ocho años pasado mañana y la he traído cada año, igual a su hermano”.

Su hermano, aunque menor, va vestido de Juan Diego Cuauhtlatoatzin, el indígena chichimeca que, según la tradición católica, a sus 57 años fue testigo de cuatro apariciones de la Virgen ocurridas entre el 9 y el 12 de diciembre de 1531. Ella, a la usanza indígena del siglo 16.

Pero la fiesta se extiende más allá de las paredes del Santuario. Las celebraciones venden, así sean de carácter religiosas. Por ello los comerciantes hicieron su agosto con la flor ofrecida a 10 pesos, el calendario a cinco (cuatro veces más barato que dentro del Santuario), la foto con los niños montados en burritos inanimados y la Virgen de fondo a 50 y el disco con el rosario interactivo a un precio similar.

En esta ocasión, el hijo de María de los Ángeles se fue sin la deseada foto sobre el burrito, tal vez el próximo año, con fervores renovados, la historia sea diferente.

JJ/I