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El esperado adiós de Alfaro

Aunque ayer Enrique Alfaro Ramírez dejó su cargo como presidente municipal de Guadalajara entre elogios de los regidores de su partido y hasta del panista más alfarista en el ayuntamiento, se va en busca de la gubernatura con el estigma de ser el alcalde metropolitano que obtuvo el porcentaje más bajo de aceptación ciudadana en el ejercicio que llamaron “ratificación de mandato”.

Aunque parezca broma, pero no lo es porque ahí están los números, hasta la alcadesa de Tlaquepaque, María Elena Limón García, obtuvo mayor calificación que su jefe político, de hecho fue la que ocupó el primer lugar por encima además de Alberto Uribe, Jesús Pablo Lemus y Héctor Contreras también.

Y con ese sello de haber ocupado el quinto lugar en dicha evaluación, Enrique Alfaro se lanzará ahora a su siguiente aventura: la búsqueda por segunda ocasión de la gubernatura, luego de que en 2012 perdiera las elecciones ante el actual mandatario Jorge Aristóteles Sandoval Díaz. Va por la revancha, sin duda.

El gobierno alfarista en Guadalajara, como todos, está lleno de claroscuros; su actuación es vista como el vaso medio lleno o medio vacío; sus obras, como él lo dijo, ahí están a la vista de todos, pero muchas de ellas fueron reprobadas y son rechazadas por los tapatíos, en particular las polémicas del llamado arte urbano, en el que se derrocharon millones de pesos y que el cardenal Juan Sandoval Íñiguez interpretó como “el cochino” del ahora alcalde con licencia para su campaña por la gubernatura.

Es cierto, no puede minimizarse la obra pública que realizó, pero es lo menos que podía haber hecho ante los millones de pesos que de las arcas federales le hicieron llegar sus diputados en San Lázaro, encabezados por Clemente Castañeda, aunque también quedan consignados los millones de pesos que destino de manera directa a sus empresas de comunicación favoritas para las que no tuvo restricción alguna en materia de recursos públicos.

Si algo se recordará del gobierno de Alfaro Ramírez en Guadalajara serán sus desplantes ante ciudadanos que se atrevieron a enfrentarlo y cuestionarle sus acciones, con dos ejemplos muy evidentes: cuando le arrebató el micrófono al vecino del barrio de la Capilla de Jesús, quien le criticó su obra mal hecha en ese lugar y le exigió arreglarla, y el enfrentamiento y ofensa verbal, en una unidad deportiva, contra aquel hombre que además sufrió del acoso de elementos de la Policía municipal que se lo llevaron detenido.

Nunca un gobernante en Jalisco, fuera estatal o municipal, había asumido esa actitud en contra de sus gobernados. Nunca un gobernante se había burlado de una grey como la católica, no sólo al ofenderla colocando como ornato público una imagen religiosa, sino festinando las manifestaciones y marchas públicas como un benéfico ejercicio para la salud.

Difícil será también que se olviden sus constantes enfrentamientos con los reporteros que osaban incomodarlo con sus cuestionamientos de interés general; contra los periodistas que criticaban su actuación o proceder y contra los medios de comunicación que publicaban aquello que no le gustaba. “Basuras” llamó a tres diarios locales, entre ellos NTR Guadalajara.

Alfaro emprende ahora su nuevo proyecto político: ser gobernador de Jalisco, aspiración para la que ha trabajado desde que llegó a gobernar Tlajomulco y por la que desde entonces ha estado en constante campaña. Y lo hace encabezando la preferencia ciudadana, según las encuestas, pero con una realidad diferente a cuando éstas se aplicaron.

Sin duda, pues, grandes lecciones debieron dejarle a Alfaro los dos años y casi tres meses que fue alcalde, ojalá y tenga la humildad para reconocer sus errores y enmendarlos, porque no dudo que los tapatíos sí aprendieron la lección de haber votado a su favor.

ES TODO, nos leeremos ENTRE SEMANA.

JJ/I