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Jueces nuevos renunciando
Porque nos la quitaron
GULU. Una brutal rebelión provocó años de sufrimiento en el norte de Uganda. Decenas de miles de menores fueron secuestrados, quedando con sus infancias perdidas y sus comunidades desintegradas.
Ahora que la batalla ha terminado, un grupo de antiguos niños soldados ayuda a algunos de esos que fueron secuestrados a recuperarse a través de la terapia musical. Muchos sobrevivientes son introvertidos y están enojados. Allí donde las palabras no pueden llegar, la música les ha ayudado.
Durante una reciente competencia teatral, una mujer lloraba en el suelo mientras cuatro jóvenes portaban un féretro. Detrás, un coro de mujeres cantaba: "La guerra nos ha afectado, ¡qué triste estamos!"
El grupo Jóvenes Líderes para la Restauración y el Desarrollo (YOLRED, por sus siglas en inglés) se formó el año pasado con el apoyo del Instituto Goldin de Chicago y de la organización Arigatou International, con sede en Tokio.
Ha reunido a más de 240 personas, más de la mitad de ellas antiguos cautivos del principal grupo insurgente, el Ejército de la Resistencia del Señor (LRA, por sus siglas en inglés), para componer canciones y obras teatrales basadas en sus experiencias.
El grupo rebelde, liderado por uno de los caudillos más buscados de África, Joseph Kony, sembró el terror en la región en las décadas de 1990 y 2000. El respaldo popular a los guerrilleros pronto se desvaneció cuando se hicieron evidentes las brutales tácticas de la milicia.
Durante años el LRA mató, torturó, mutiló, violó y secuestró a decenas de miles de civiles. De los secuestrados, más de 25 mil eran niños, según la agencia de la ONU para la infancia.
El grupo guerrillero prefería raptar niños porque eran más fáciles de manipular y de adoctrinar. Les inculcaban la idea de que Kony era un salvador con poderes supernaturales.
Los niños, especialmente los varones, fueron obligados a ser soldados. Las niñas eran retenidas para relaciones sexuales con la tropa.
Para la población de Acholiland, el conflicto dejó profundas heridas.
La falta de atención por parte del gobierno y de grupos humanitarios dejó a los sobrevivientes con un trauma severo, dijo Collins Kisembo, jefe del proyecto de terapia musical de YOLRED.
Muchos de los sobrevivientes no se pueden expresar, pues están abrumados por la rabia y la desesperación.
"Uno se da cuenta que los sobrevivientes están tratando de conseguir las palabras para expresarse", dijo Kisembo, que se entrenó como psicólogo después enseñar en una escuela local.
Los niños que lograron escapar de las garras del LRA recibían apenas un colchón, una barra de jabón y una sesión psicológica superficial. Muchos ni siquiera tenían a donde regresar, pues sus familias habían sido exterminadas. Algunos habían sido forzados a matar a sus propios padres.
Las comunidades los consideraban responsables del sufrimiento que tuvieron que soportar.
En la reciente competencia de actuación, Jackline Akot, de 36 años, representó una experiencia que ella misma vivió. Cuando era adolescente y atendía las cosechas en el campo, fue raptada para ser llevada a los soldados. Cuando al fin escapó, llevaba dos hijos consigo.
Su familia la recibió con los brazos abiertos, pero poco después surgieron las sospechas. Algunos creían que ni ella ni sus hijos eran de fiar, pues habían estado demasiado tiempo con los rebeldes.
Akot decidió abandonar su familia. Tuvo cuatro hijos más, conoció a otro hombre y contrajo el VIH. El hombre le exigió llevar a los hijos mayores a los padres de ellos. Ella no le había contado que había sido secuestrada y violada. Huyó de nuevo.
Rechazada por su familia por segunda vez, ahora vive en una zona remota de la aldea, rodeada de cosechas y mangos.
La magnitud de la campaña de secuestros del LRA causó un colapso de las redes de apoyo social, dijo Ochora Emmanuel Lagedo, portavoz de la principal institución cultural de los Acholi: Ker Kwaro Acholi.
Muchas familias recurrieron a ritos primitivos para tratar de "exorcizar" las malas experiencias: prendían un aro de fuego alrededor de la víctima, pisaban huevos, doblaban lanzas.
Lagedo alabó el programa de terapia musical.
"Las fallas que fueron ignoradas por las organizaciones de la sociedad civil ignoraron durante el conflicto ahora pueden ser abordadas gradualmente", dijo Lagedo.
FV/I