INICIO > ARTE
A-  | A  | A+

Sin definir aún el daño patrimonial

Estado. Los murales no muestran afectaciones ocasionadas por el incendio, pero sí es una oportunidad para revisarlos y darles mantenimiento, según se aprecia en la imagen. (Foto: Cortesía UdeG)

La noche del 29 de diciembre, por la madrugada, mientras los tapatíos se disponían a ir en la cama en una semana con escasez de actividades, y ante el asueto de los trabajadores de la Universidad de Guadalajara, una delgada columna de humo salía del recinto de la Biblioteca Iberoamericana Octavio Paz.

Un grupo de ladrones entró a través de un andamio que se había dejado en la biblioteca por unos trabajos de mantenimiento que se pausaron por el periodo vacacional. Además de robarse algunos objetos de valor (cinco computadoras portátiles), iniciaron un incendio que afectó el mobiliario y varios libros, dañaron un scanner con valor aproximado de 500 mil pesos y los murales de José Parres Arias y David Alfaro Siqueiros. Algunas pérdidas son invaluables.

Según informó la propia Universidad de Guadalajara por medio de un boletín de prensa (reportado en su oportunidad por NTR), los asaltantes accedieron a la azotea al subir por un andamio instalado en el lugar, ya que se estaban haciendo reparaciones en esa área. Quebraron una ventana, forzaron un candado y la chapa. Revisaron las oficinas y revolvieron los cajones de escritorios y archiveros.

Hasta ahora no se ha anunciado cuándo volverá a abrir la biblioteca pública, dirigida por el escritor y ganador del premio Cervantes de Literatura Fernando del Paso. Tampoco se ha tenido noticias sobre la identificación y el paradero de los ladrones. El recinto permanecerá cerrado por tiempo indefinido, según informaron las autoridades.

Luz Elena Martínez, la administradora de la biblioteca, entrevistada por varios medios de comunicación, ha calculado en daños alrededor de 750 mil pesos, entre otras cosas por la pérdida de una parte del inmobiliario, así como compra reciente de libros para engrosar el acervo que se habían adquirido en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara reciente (450 mil pesos) y que se encontraban en una bodega afectada. Pero se siguen sumando daños irreparables.

Aunque gran parte del patrimonio estaba asegurado todavía no se hace inventario para identificar los bienes que quedaron consumidos por las llamas.

Además de los tomos comprados para el uso y préstamo de los asiduos lectores de la biblioteca, resultaron dañados los murales Olimpo House hechos por Guerrero Galván y Parres Arias y que quedaron inconclusos en 1925.

Estos murales no pertenecen al patrimonio cultural avalado por el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) o el de Bellas Artes y Literatura (Inba).

El año pasado, al término de los trabajos de reestructura de los murales que José Clemente Orozco pintó en lo que ahora es el Paraninfo de la Universidad de Guadalajara Enrique Díaz de León, y que resultaron dañados por el sismo de mayo de 2016, el rector de la UdeG, Tonatiuh Bravo Padilla, adelantó sin mencionar fechas que serían intervenidos los murales de la Biblioteca Iberoamericana, hechos por David Alfaro Siqueiros y Amado de la Cueva, que no han recibido mantenimiento desde su creación, aunque no recibieron afectaciones por el reciente incendio.

“Veremos si son necesarios trabajos de mantenimiento o de restauración que no afecten del todo las actividades de la biblioteca pública y bajo este carácter buscaremos revisar todo el patrimonio que está en resguardo de la universidad...”, dijo entonces.

Por lo pronto las puertas de la Biblioteca Iberoamericana Octavio Paz, que luce imágenes talladas por el artesano tapatío Juan Hernández, con diseños de David Alfaro Siqueiros, continuarán cerradas a sus usuarios.

Pilar universitario

En 2016 el edificio cumplió 425 años de la fundación del Colegio de Santo Tomás de Aquino por los jesuitas, institución donde impartieron “altos estudios de latinidad”, el primer centro educativo de estudios superiores en la región y el único con este carácter fuera de la capital de la Nueva España.

Expulsados los jesuitas, y luego de las gestiones realizadas por fray Antonio Alcalde, en 1791 el rey Carlos IV de España expidió la cédula de fundación de la Real Universidad de Guadalajara. En ella, el monarca ordenó que el ex Templo de Santo Tomás se convirtiera en sede de la universidad.

Entre varios hechos históricos ocurridos ahí, durante la guerra de Independencia fue convertido en cuartel y el 29 de marzo de 1826, el primer gobernador constitucional del estado, Prisciliano Sánchez, fundó el Instituto de Ciencias del Estado y le entregó para sus funciones el edificio anexo al Templo de Santo Tomás, es decir, la sede de la antigua universidad.

Luego fue vendido a empresarios extranjeros, derribada gran parte de su perímetro y utilizada como oficina de telégrafos y correos en Jalisco. El edificio ha destinado a Biblioteca Iberoamericana Octavio Paz desde hace más 26 años.

A este recinto cada mes asisten más de 12 mil usuarios para consultar su acervo especializado en ciencias sociales, historia y literatura iberoamericana.

12 mil usuarios por mes recibe la biblioteca

JJ/I