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Se acabó el paréntesis

Regresamos a la realidad que por algunos días pusimos entre paréntesis. Este año, la realidad se presenta como incertidumbre. Para muchos, el objetivo esencial en la contienda electoral no es quién gane, sino que la democracia no pierda.

Vivir en democracia no es sólo votar y reclamar derechos o servicios de bienestar que la sociedad y las instituciones tienen que garantizarme por el hecho de pagar impuestos, sino también tomar conciencia de los deberes y valores por los que todos debemos luchar y en los que todos debemos comprometernos como ciudadanos.

El problema de la pobre participación ciudadana en nuestra democracia mexicana radica en que no hemos encontrado la manera de cómo educar a auténticos ciudadanos, que se sientan implicados en los problemas y objetivos que persigue toda sociedad democrática.

La socióloga Victoria Camps argumenta que “la condición de individuo libre no lo califica todavía como un buen ciudadano. Para serlo, conviene que haga suyos los valores y fines constitucionales y democráticos, que esté dispuesto incluso a cooperar para que esos valores y fines se mantengan”.

La ciudadanía así entendida es una de las asignaturas pendientes de las democracias actuales. Ha llegado el momento de detenernos a decidir en qué México queremos vivir.

La construcción de ciudadanía significa mirar el interior de los grupos sociales, con una mirada llena de intención al mundo, a sus heridas y a sus necesidades. Una mirada desde la nueva ciudadanía que se ha armado de vivencias y con herramientas conceptuales que permiten interpretar lo que uno ve: economía, sociología, política, psicología...

Debemos dejar de pensar en los dos Méxicos, el de los políticos y empresarios que aseguran que “vamos por el rumbo correcto”, señalando que el salario mínimo está teniendo mejoras históricas, que la tasa de desempleo es bajísima, que se genera empleo formal como nunca y que la pobreza se redujo significativamente, que la infraestructura crece y que la inversión está llegando, y el de la gente que no vive en el spot publicitario, sino en la cruda realidad de la pobreza.

Las precampañas actuales son un muestrario de propuestas para los simpatizantes de los partidos, que han resultado ser bastantes light para sacar al país adelante y para convencer a los votantes.

Por ejemplo, todos los partidos insisten en mejorar la distribución de la riqueza, pero no basta con que el candidato declare que está a favor de los más pobres, sino decir cuáles serán las reglas del nuevo juego social a quienes ya son dueños de casi todo el país y que verán sus intereses afectados con reglas de juego muy distintas. A los inversores se debe mandar el mensaje de que se deben generar condiciones que mejoren el salario y detener el deterioro ambiental.

Hoy clamamos por una economía con rostro humano, por una democracia participativa y ciudadana, como la manera de hacer frente a los excesos de un mercado desregulado, salvaje, con altos índices de corrupción, que nos conduce a una preocupante desigualdad que ya no se puede sostener. De igual modo, el colectivismo social ha demostrado ser ineficaz. Hoy el egoísmo como sistema social se ha promovido durante los últimos años.

Los obispos de México en el documento Construyamos la Paz señalan que como sociedad es esencial que eduquemos para la paz, la justicia, la conciencia ética, para vivir en un estado de derecho y derechos, y con una verdadera cohesión social; asimismo, en el proceso electoral piden a los medios de comunicación que “sean maestros del lenguaje de la paz, que tengan siempre como objetivo la verdad y el bien de la persona y del pueblo de México”.

Formarnos e informarnos, pensar y tomar una posición como ciudadanos, son cuatro posturas que nos ayudarán a construir una ciudadanía que participa y decide.

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JJ/I