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¿Responsabilidad compartida?

El envejecimiento poblacional que vivimos en la actualidad incrementa la posibilidad de tener en nuestras familias personas dependientes, es decir, adultos mayores, personas con discapacidad o con enfermedades crónico-degenerativas.

El incremento de la esperanza de vida ha implicado en las edades avanzadas el surgimiento cada vez más frecuente de enfermedades como el alzhéimer, Parkinson, artrosis, osteoporosis, esclerosis múltiple, diabetes o el cáncer. Además, la discapacidad es muy común en adultos mayores, pues en México uno de cada cuatro adultos mayores viven con ella.

Por ello es común que el adulto mayor presente dificultades para desarrollar las actividades de la vida diaria de manera independiente y requieran que sus familiares los cuiden; sin embargo, por lo general la responsabilidad de ser cuidador la asume una sola persona, generalmente (nueve de cada 10 casos) mujer. Suele ser la hija de la persona dependiente quien dedica casi todo el día al cuidado y sin recibir el apoyo equitativo de sus demás hermanos o familiares, quienes se suelen desentender de la responsabilidad.

En esta situación la cuidadora suele vivir un deterioro económico si tiene que dejar su trabajo o disminuir su carga laboral para cuidar a su familiar; problemas familiares con su pareja o hijos al dedicarles menos tiempo; aislamiento social al disminuir sus relaciones con amigos, y puede desatender su propia salud y necesidades emocionales.

Si las tareas de cuidado sobrepasan sus capacidades físicas o mentales, puede desarrollar estrés crónico y síndrome de burnout, relacionado con agotamiento mental, ansiedad, trastornos del dormir, irritabilidad, y cansancio crónico. Un cuidador con síndrome de burnout es un factor de riesgo para el adulto mayor, pues más fácilmente puede ejercer acciones de maltrato.

Que sólo un familiar asuma el rol de cuidador es una situación injusta, pues todos los miembros de la familia tienen la obligación y el deber de cuidar a la persona dependiente. Es realmente importante promover una cultura de lo que llamamos responsabilidad compartida, es decir, que todos los hijos o familiares en quienes recae la responsabilidad se involucren en el cuidado.

Si una persona dependiente tiene dos o más familiares, debe ser cuidada por la totalidad de ellos, y quienes por cualquier razón se nieguen a hacerlo, lo correcto es que paguen a quien sí se involucra para que el tiempo que dedica al cuidado de su familiar no afecte su economía y pueda contratar cuidadores secundarios que le permitan descansar periódicamente.

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FV/I