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Depresión infantil

La depresión es la primera causa de discapacidad y se calcula que más de 300 millones de personas en todo el mundo padecen esta enfermedad, misma que no excluye ni edades ni géneros, siendo también la principal causa de enfermedad y discapacidad en niñas, niños y adolescentes entre los 10 y los 19 años, de acuerdo con las últimas estimaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Es de gran importancia que se hable de esta situación porque se podría tener la falsa creencia de que la infancia se encuentra exenta de este padecimiento o que es un malestar pasajero, cuando en realidad no es así.

Los síntomas comunes de la depresión en niñas, niños y adolescentes se relacionan con la pérdida de interés en las actividades que antes disfrutaban, disminución del rendimiento académico, problemas de atención y dificultad de concentración, cambios drásticos en hábitos alimenticios y del dormir, poco o nulo interés por convivir con familiares y amigos, deseo continuo de estar solo, irritabilidad, inclusive presencia de pensamientos recurrentes de muerte, entre otros, lo que puede traer consecuencias asociadas con el consumo de drogas, la violencia, las dificultades escolares o hasta el suicidio. Cuando la depresión no es detectada, es probable que continúen los síntomas hasta la edad adulta y será cada vez más difícil de tratar con el transcurso del tiempo.

Este padecimiento es tratable y tiene cura, pero lo más importante es reconocer que se puede prevenir. Por lo que es necesario que los integrantes de las familias, docentes y profesionistas que constantemente trabajan y conviven con niñas, niños y adolescentes se informen, actualicen y capaciten en relación a las intervenciones psicológicas positivas para propiciar una mayor estabilidad emocional y un óptimo desarrollo, pues una intervención para disminuir o desaparecer la depresión no se encontrará completa si solamente se centra en los síntomas depresivos, sino que también demanda fortalecer las capacidades y habilidades de las personas, ya que se ha demostrado que no basta con eliminar el malestar para garantiza el bienestar.

No obstante, si ya se sospecha que algún menor o joven padece depresión, se recomienda conversar sobre la situación, incluirle en las actividades cotidianas, mostrarle su apoyo y acudir a asesoría psicológica o conferencias, cursos, talleres en los que se puede informar y recibir la atención que se requiera.

Hoy la psicología positiva también se aplica a este muy significativo problema infanto-juvenil.

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FV/I