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Ni dónde elegir

Tal vez sea la propia simplicidad del asunto lo que nos conduce al error
Edgar Allan Poe

 

La clase política ha venido a menos –si es que alguna vez fue a más– y su desprestigio aumenta cada día. La gente recela cada vez más de los políticos y aquél que logra mantener la confianza ciudadana es un raro espécimen. La razón es simple: aunque la política debería ser el arte de la negociación del bien común, la realidad es que quienes a ella se dedican se van comprometiendo tanto en el camino que cuando toman un cargo deben todo a intereses ajenos al bienestar comunitario.

No es de extrañar la desconfianza ciudadana actual hacia las promesas de candidatos y partidos, que se dan baños de pureza tratando de captar el favor de los votantes en las urnas. La gente que durante tanto tiempo no vio, abrió ya los ojos y no es fácil engañarla, como antes, con cuentas de colores y abalorios.

Plagio

Escuchamos así cómo se recicla una vieja oferta, que antes funcionó gracias al hartazgo: sacar al PRI de Los Pinos. Fox se inventó por el ruido de la inconformidad que alcanzaba decibeles nunca vistos en la caja de resonancia nacional y las bases para una posible alternancia estaban sentadas. La sola idea de tener un gobierno ajeno al sistema era al mismo tiempo tentadora, descabellada y plausible, y sucedió, llevando a Los Pinos a una nueva clase de político dicharachero y montaraz con todo y sus víboras y tepocatas.

A 18 años de alternar, sabemos que no fue una buena idea. Fox gobernó con costosas ocurrencias y llevó a la Presidencia a otros corruptos, más voraces si cabe, que los del viejo sistema.

Mal pinta entonces la aspiración de Ricardo Anaya, plagiario del concepto, que intenta convencer que se debe a su familia, que es un políglota preparado y que debemos votar por él porque “sacará al PRI de Los Pinos”, aunque para ello debió echar al caño la democracia interna del PAN y vender su ideario político tan caro como el chaleco amarillo del perredismo o el regaño público del anaranjado MC.

Cuerno de abundancia

Otra oferta cuestionable es la de Andrés Manuel López Obrador, que ha encontrado el filón dónde se mueven las carencias y aspiraciones populares. Convertido en un hábil embaucador del pueblo, AMLO ofrece resolver los males surgidos de la caja de Pandora, detectados en sus múltiples recorridos por el país a costillas de sus patrocinadores, de los que tiene medida, además, la solución deseada para cada necesidad. Conocimiento que adereza sus discursos para conmover a su público.

Sin embargo, quitando ese voto cautivo, López Obrador no ha crecido ni lo hará, pues no puede explicar cómo pagará por todas sus soluciones mágicas a los problemas de todos. Ha sido incapaz de convencer a nuevos votantes de su proyecto de nación, pues todos sabemos que los míticos cuernos que proveen riquezas sin límite existen sólo en los cuentos de hadas.

Ilusiones

Por su parte, los nuevos rostros del viejo sistema han demostrado ser más ambiciosos y voraces que sus antecesores. Han caído en el robo descarado y exagerado, ofendiendo a los mexicanos en su conjunto, sin importar colores o banderas. Enfrentan el descrédito provocado por sus propios elementos. Todos nos mostramos escépticos de aquello que emana del priísmo, aunque debe quedar gente valiosa en sus filas, todos desconfiamos.

Los priístas, además, han sido víctimas de una campaña de desprestigio bien orquestada desde la oposición, lo que será tema de futura reflexión. De momento, no parece haber en el panorama nadie confiable, que ganando la elección, garantice un futuro medianamente promisorio para los mexicanos. De todos los candidatos no se hace uno.

@BenitoMArteaga

JJ/I