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El futuro de la informalidad

Hoy en la noche tendrá lugar en la CDMX la edición 13 de Futurologi, un formato de microconferencias en los que ponentes invitados comparten su visión a futuro sobre una temática. En esta ocasión se hablará del futuro de la informalidad y están invitados Diana Sánchez Barrios, dirigente del comercio popular; Leonardo Valle, director de desarrollo económico de la delegación Cuauhtémoc en la CDMX; Xavier Gutiérrez, analista social, y los impulsores del Corrupcionario Mexicano.

Mexico Media Lab, la empresa en la que soy socio, es coorganizadora de este evento y como contribución para ir calentando motores de cara a la conversación de hoy, dedico la columna a exponer mi visión sobre la informalidad.

Hay tres temas que vale la pena resaltar cuando hablamos de informalidad.

Primero, su definición es confusa y genera estigmas. Globalmente se le llama “economía sumergida” a toda actividad económica que ocurre fuera del control del gobierno y no paga impuestos. Pero dentro de ésta puede haber actividad que está prohibida por la ley como el tráfico de drogas y actividad que es legítima, aunque se oculta del control fiscal y administrativo del Estado, como la venta ambulante o el trabajo doméstico.

Robert Neuwirth, periodista que dedicó varios años a experimentar la economía informal en distintos países y resumió sus vivencias en el libro The Stealth of Nation, llama a esta sociedad y economía paralelas “System D”, una frase tomada de las ex colonias francesas que resume el concepto de “l’economie de la débrouillardise”, es decir, la economía de los ingeniosos y autónomos que salen adelante por sí mismos, más allá de las limitaciones que les impone el sistema formal.

En 2008 la OCDE estimaba que la mitad de la población activa del mundo trabajaba en el System D y para 2020 esta proporción ascendería a dos terceras partes. Ya en ese entonces se hablaba de que toda la actividad informal global junta constituye la segunda economía mundial, sólo detrás de Estados Unidos. En México seis de cada 10 trabajadores trabajan hoy en la informalidad, con una actividad económica que representa la tercera parte del PIB del país.

Segundo, las estrategias para abordar la informalidad se han centrado en la “formalización”.

Neuwirth argumenta que la informalidad existe porque hay un grupo de la sociedad que está marginado del acceso a servicios básicos (vivienda, luz, agua, gas, sanitarios) y a elementos como créditos o activos que les permitan conducir su trabajo o negocio de forma legítima. El contrato social entre el gobierno y este segmento de la sociedad está roto. No ven valor en pagar impuestos porque no reciben los beneficios de estos impuestos y no tienen manera de realizar una actividad económica que les permita pagar impuestos y ser rentables al mismo tiempo.

El economista peruano Hernando de Soto argumenta en su libro clásico del Misterio del Capital que esta desconexión de una parte de la sociedad de la economía formal en países en desarrollo tiene su origen en la acumulación de la tierra en unos cuantos privilegiados en la etapa de colonización. La mayor parte de la sociedad no tuvo entonces los activos mínimos necesarios para poder participar en la economía en el arranque de la revolución industrial (e. g. sin propiedad formal de la tierra, sin acceso a créditos bancarios).

Esto ha hecho que la estrategia para abordar la informalidad esté en facilitar el acceso propiedad formal de tierras (como ha intentado hacer de Soto en Nigeria) o a convencer que se paguen impuestos a cambio de incentivos fiscales o sociales (como se ha intentado en México).

¿Pero realmente estos son incentivos suficientes para que los informales dejen un sistema que les funciona por otro que les da más problemas que facilidades?

Tercero, las tecnologías pueden tener un impacto profundo en la informalidad.

Las plataformas de economía compartida y los registros digitales descentralizados como blockchain ya están transformando la naturaleza del trabajo freelance y las transacciones financieras. Quizás en el futuro la tecnología podrá hacer tan baratas y transparentes las transacciones económicas tanto para los trabajadores y propietarios de negocios como para las autoridades fiscales, que será mucho más conveniente ser formal que informal… y quizás para entonces lo que hoy llamamos formalidad ya no sea un dominio exclusivo del gobierno, sino un acuerdo colectivo de la sociedad que administra una máquina.

@ortegarance

JJ/I