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Ocurrencias para poner a nuestros burócratas

Recientemente el Ayuntamiento de Guadalajara comenzó la mudanza de sus trabajadores de diferentes áreas a lo que se conoce como el patio de la Merced. Se trata de un bodegón en el que se apilan cajas, mesas, sillas y se mezclan funciones de los servicios que debe prestar el Municipio a los tapatíos.

La mudanza fue motivada, principalmente, porque el ayuntamiento dejará de rentar algunos espacios y vendió otros, como el que se ubica sobre la avenida de las Rosas, a una cuadra de Expo Guadalajara. El pretexto es ahorrar recursos.

Puede ser que las intenciones del Municipio sean verdaderas, pero la falta de claridad en torno a las decisiones que han tomado las autoridades lleva a preguntarse dónde deben estar los burócratas, si se debe invertir en espacios para los gobiernos y por qué las decisiones son tan poco transparentes y sin responder a políticas de planeación.

Nada más hay que recordar los cambios que emprendió en la estructura de la administración estatal el ex gobernador Francisco Ramírez Acuña, que llevaron a la compra de edificios para las nuevas secretarías, como los que están ubicados sobre la avenida 16 de Septiembre, en sus cruces con La Paz y con Libertad.

En ambos casos, terminaron siendo inmuebles de poca utilidad. El de La Paz incluso está prácticamente abandonado y se ha convertido en el techo de un número importante de indigentes. Ahí estaba lo que alguna vez fue la Secretaría de Desarrollo Humano, dependencia que tuvo que ser desalojada en el gobierno de Emilio González Márquez cuando se dieron cuenta de que el edificio estaba viejo y tenía una estructura débil que ponía en riesgo a los trabajadores.

El de Libertad fue comprado para lo que era la Secretaría de Seguridad. Sigue en uso, pero quienes han pasado por ahí admiten que no es muy práctico para esa área. De hecho, en momentos de crisis de inseguridad es necesario cerrar a la circulación las calles aledañas, lo que sucede con frecuencia.

Otro ejemplo claro de las pésimas decisiones que se toman desde el poder en la compra de inmuebles es el llamado Edificio Juárez, adquirido por el Congreso del Estado en la sexagésima octava Legislatura. El argumento fue el mismo, ya no cabían en el palacio legislativo y costaba demasiado pagar rentas.

La historia terminó en un edificio inútil para las necesidades de los trabajadores del Poder Legislativo, cuya habilitación se volvió incosteable y la mayor parte de los pisos terminaron abandonados, con equipo de cómputo y muebles llenos de polvo o amontonados.

En el caso del Ayuntamiento de Guadalajara, los cambios se han dado prácticamente en todas las administraciones, según las ocurrencias y reingenierías internas de funcionarios en turno.

Los trabajadores se han acostumbrado a las mudanzas, lo mismo a edificios históricos que a fincas que se rentan. Todo sin planeación a futuro y, claro, con cargo a los recursos públicos.

El nuevo traslado de trabajadores del Municipio de Guadalajara hasta ahora no ha tenido una explicación expresa. El ayuntamiento se deshizo de una parte de su patrimonio con el pretexto de ahorrar dinero, pero hasta ahora el único resultado es un buen negocio para los particulares que compraron el inmueble de las Rosas, que pagaron alrededor de 10 millones de pesos (que apenas alcanzarían para comprar dos departamentos en uno de los cientos de edificios que se construyen en la ciudad) y el resto lo pagarán “en especie”, cualquier cosa que eso signifique.

Además, tampoco hay transparencia sobre los beneficios que traerá para el ciudadano, especialmente en aquellas áreas que son de atención directa al público.

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