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Subsidios

En términos económicos, un subsidio es un instrumento que usan los gobiernos para ayudar a determinados sectores económicos de su interés o a determinados sectores de la población que requieren de productos o servicios, pero que están fuera de su alcance.

Las ayudas a través de reducción de impuestos o la venta de insumos a precios muy baratos que ciertos gobiernos dan a industrias de su interés permiten que éstas compitan en condiciones ventajosas con industrias de otros países: al no tener tantos gastos, les es factible vender sus productos o servicios a un precio menor que su competencia; esto se conoce como dumping (vender a un costo menor de lo que cuesta producir) y es ilegal.

Por el otro lado, también se da el caso de un gobierno que da apoyos a su población para que puedan adquirir algo que de otra manera no podrían. Los transvales que otorga el gobierno de Jalisco para que la población use transporte público es un ejemplo de esto último. En general los subsidios son malos para la economía porque la deforman, promueven las ineficiencias y evitan que los productores innoven para competir más eficazmente.

El famoso subsidio a las gasolinas, que terminó el año pasado (con el famoso gasolinazo), en realidad no debería ser considerado como un subsidio, ya que no cumple con las características antes mencionadas. La venta de los combustibles en ningún caso fue menor a su precio de producción ni tampoco a su precio de compra (hay que recordar que México importa más de 60 por ciento de la gasolina que consume).

En el primer caso, el costo de la producción de petróleo y su conversión en gasolina tiene el lastre de la ineficiencia de Pemex (la paraestatal es la mitad de eficiente en su producción de lo que es su competencia internacional, como Exxon o Shell), así como de un monto excesivo de impuestos.

En el segundo caso, la gasolina se compra casi a la mitad del precio que se da al consumidor final. En ambos casos, el subsidio en realidad consiste en aplicar una tasa menor a un impuesto en específico: el impuesto especial sobre productos y servicios (IEPS).

Aquí es donde radica el problema y la razón por la cual no podemos hablar de un subsidio como tal: el IEPS es un impuesto especial que sólo determinados productos, generalmente considerados de lujo, pagan, como los cigarrillos o las bebidas alcohólicas. Son productos y servicios que se supone que solamente las clases de mayores ingresos pueden adquirir y, por lo tanto, se considera redistributivo. El subsidio era artificial porque no contrarrestaba un costo alto de producción o de compra, sino que estaba destinado a cubrir parte de un impuesto que no es generalizado.

El subsidio no era regresivo como dicen: aunque no todo mundo tiene un automóvil, todo mundo consume productos que se transportan utilizando vehículos que sí consumen combustibles: camiones de carga, camiones distribuidores, etcétera. El aumento en las gasolinas quizá no afecte directamente a quienes no tienen vehículos, pero sí de manera indirecta, ya que el costo se traslada a los precios de los productos y servicios, y de ahí a todos los consumidores.

Se decía que con la medida el gobierno podría destinar más recursos a programas sociales. Esto está ocurriendo, el gobierno tiene más dinero (porque recauda más, no porque gaste menos) y parte lo ha destinado, aproximadamente 110 mil millones, a programas sociales, en un año electoral en el que se votará por presidente, senadores y diputados a nivel federal, así como varias gubernaturas. Veremos un derroche de recursos para comprar conciencias y votos.

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FV/I