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Nueva vida de barrio

Justo cuando pardeaba la tarde del sábado íbamos rumbo al norte de la ciudad. Algunas de las lámparas que encontrábamos al paso empezaban a titilar sobre nosotros, pero la llegada del crepúsculo fue confirmada por los faros de los carros, en particular aquel que dio vuelta por Siete Colinas y circuló con las luces directas a mis ojos: al cabecear pude vislumbrar un resquicio de cielo oscuro apretado de nubes. Estaba a punto de llover.

Después de un día de resoluciones varias, compras y visitas a familiares, la idea de pasar por el Estadio, nuestro viejo barrio, era comprar tacos en el puesto de Juve, con la intención de llevarlos a casa y cenar. Ya chispeaba cuando transitábamos calle abajo antes de llegar al destino y pensamos que era mejor aguardar en una pequeña cafetería. Llegamos. Galletas para la niña y un par de expresos dobles para nosotros. En contra esquina, iluminados, llamaron nuestra atención unos libreros que cubrían por completo las paredes de un pequeño local. Después de dos sorbos y tres monedas ya estábamos enfrente.

Literatura en general, poesía, historia fue lo que más vimos en los estantes. Un hombre alto nos atendió como lo hacen quienes saben de libros: con comedimiento, sin presiones ni alardes. Saltó a mi vista de inmediato Los negros curros de Fernando Ortiz, un estudio sobre los libertos marginales y jactanciosos del siglo 19 en Cuba… y luego un volumen de mi admirado Gutierre Tibón, Los ritos mágicos y trágicos de la pubertad femenina, con vivaces descripciones, muchas imágenes e información de iniciaciones insospechadas para mí en nuestra propia tierra de Jalisco antes de la presencia europea. Elizabeth quiso el Diccionario de filosofía abreviado de José Ferrater Mora, ahora que se reconoció amante del peripatetismo. Conversamos con Jorge Bátiz Orozco, el librero, mientras cedía la lluvia, y antes de agradecer el encuentro pagamos 140 pesos ¡por tres libros admirables! La librería es Hojas del Bosque y está en Monte Olivete 174, esquina con Cordillera Blanca, en la colonia Independencia.

Salimos felices y hambrientos, y nos dirigimos al puesto de la esquina. Ya no hubo necesidad de pedir para llevar, pues la lluvia había alejado a la multitud, y sin ninguna duda los tacos de tripa y suadero saben mucho mejor al momento que recalentados.

@LibracoFP

JJ/I