INICIO > OPINION
A-  | A  | A+

Cambio climático

Ha sido una semana fría. Las temperaturas en buena parte del país estuvieron cerca de los cero grados y aquí, en Guadalajara, desacostumbrados como estamos a estas temperaturas, lo resentimos. En días así es fácil escuchar bromas sobre que necesitaríamos un poco de ese calentamiento global, lo que refleja un error común: confundir tiempo, con clima; el primero se refiere a las condiciones de un día en particular: humedad, temperatura, viento, etcétera, mientras que el segundo término se refiere a las condiciones que se presentan a lo largo de un período más largo, usualmente un año, por lo que para medir el cambio climático se ven las temperaturas promedio de cada año para analizar sus modificaciones. De hecho, para evitar esa confusión, los científicos ya no hablan de calentamiento global, aunque ese sea el efecto general que estamos presenciando.

Uno debe ser cauto cuando habla del tema para no parecer alarmista o un agorero del final de los tiempos; pero la verdad es que los datos duros deberían mover a la acción, y parece que eso no está ocurriendo, por lo menos no con la suficiente celeridad y sentido de urgencia. Por ejemplo, los Acuerdos de París, firmados por más de 195 países (lo que es un hecho en sí impresionante), no son lo suficientemente drásticos para detener y menos revertir las tendencias. Dichos acuerdos se basaron en los modelos y la información presentados por el Panel Intergubernamental para el Cambio Climático (PICC) de las Naciones Unidas, que estiman que para 2100 el nivel del mar habrá subido aproximadamente un metro; esto quizá no suena muy dramático, excepto si se considera que esa cantidad de agua sería suficiente para desplazar a millones de habitantes de las costas en el planeta, y la desaparición de las comunidades que viven en las pequeñas islas del pacífico.

Sin embargo, hay quien dice que incluso esos modelos en los que se basan los Acuerdos de París son demasiado conservadores. El doctor James Hansen, experto climático (citado en el libro Warnings de Richard Clarke y R.P. Eddy) señala que dichos acuerdos implican muy pocas acciones en concreto e ignoran dinámicas como la velocidad de deshielo de los glaciares: en sólo 10 años, entre 2003 y 2013, la Antártica perdió 67 giga toneladas (una giga tonelada son mil millones de toneladas).

En gran medida, estos fenómenos se están presentando a causa de la actividad humana, aunque haya pequeños grupos de interés que lo nieguen, ya que obtienen grandes beneficios de la extracción y quema de los combustibles fósiles (que son en gran medida responsables del efecto invernadero y del cambio climático). Debido a que estos fenómenos tienen un nivel inercial muy grande, queda la duda de si aún frenando toda actividad humana que emita CO2 a la atmósfera, podríamos detener este fenómeno.

La semana pasada, en esta misma columna, hablaba yo del precio de los combustibles. Nos quejamos de los altos precios pero creo que no hemos reflexionado sobre el costo ambiental que realmente tiene su uso. ¿Cuánto le va a costar al país en términos económicos, ecológicos y de afectaciones humanas el cambio climático previsto para los siguientes 20 ó 30 años? En economía se usa el término externalidad para indicar cuando alguien más paga el costo de algo que nosotros consumimos; por ejemplo, en África tienen el problema de los desechos electrónicos tóxicos que llegan de Europa y Estados Unidos. Uno tiene un equipo celular barato pero el costo lo paga un africano.

El problema es que, en el caso del ambiente, no hay lugar en el que no paguemos esas externalidades.

[email protected]

FV/I