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Precampañas

La buena noticia es que el domingo 11 de febrero por fin terminaron las precampañas (iniciadas el 14 de diciembre); la mala es que le siguen, ahora sí, las verdaderas campañas; claro, mientras transcurre el período de las intercampañas (del 12 de febrero al 29 de marzo), o sea, veda electoral; aunque significa que los partidos políticos tendrán la posibilidad de transmitir sus mensajes ideológicos. Durante los 60 días que duraron las precampañas se emitieron casi 18 millones de spots en radio y televisión, supuestamente dirigidos a los miembros y simpatizantes de los partidos políticos, pero que todos nos los chutamos muy a pesar de nuestra voluntad.

No sólo fueron los spots con sus anodinas melodías, insufribles producciones, informaciones irrelevantes de vidas intachables y aguerridos combates en foros internacionales, que sirvieron para confeccionar una gran cantidad de memes, caricaturas y fotomontajes. No conforme con esto, las redes sociales se vieron inundadas con miles de basura electoral virtual tanto a favor como en contra de algún candidato.

Además, escuchar en la radio y ver en la televisión la cobertura de las precampañas, las entrevistas con los precandidatos y los dirigentes de sus partidos, así como los litros de tinta usados para imprimir diarios a lo largo y ancho del país para dar cuenta de las actividades de los futuros candidatos a presidente de la República (incluyendo los suspirantes independientes). No conforme con ello, tuvimos también que sufrir lo mismo de los precandidatos locales a la gubernatura y a las presidencias municipales de la entidad.

Las precampañas no resisten la prueba del ácido a la hora de evaluarlas. Al analizar los spots –dirigidos a miembros y simpatizantes (a pesar de que algunos sí concluían diciendo que estaban dirigidos a ellos)– se observaba que, además de exaltar las virtudes impolutas y capacidades inigualables del precandidato, estaban dirigidos a criticar y evidenciar las debilidades del contrincante y de sus partidos. Esto es entendible porque todos los precandidatos fueron de unidad y no tuvieron contrincantes miembros del mismo partido a quien enfrentar para dirigir sus pertrechos argumentativos.

Las actividades durante este período de primarias han sido consideradas como una farsa, un despilfarro de recursos gubernamentales (más de 67 millones de pesos como tope de campaña para presidente) y un escaparate para advertir el desmoronamiento y entrecruzamiento de las ideologías partidistas con la conformación de coaliciones insospechadas y con partidos distantes del polígono político.

Por desgracia, las precampañas también se han visto empañadas por atentados en contra de varios precandidatos, ex presidentes municipales, diputados con licencia, funcionarios partidistas, que no pueden soslayarse porque representan un retroceso en la búsqueda de la consolidación de la democracia en nuestro país y peligro para la gobernabilidad de las administraciones del orden municipal.

Los precandidatos se han dedicado sólo a desaprobar y descalificar lo realizado por los otros partidos que han gobernado o que gobiernan los diferentes ámbitos u órdenes de gobierno, sin reparar que México ya es un país multicromático y todos los partidos tienen cola que les pisen en la actividad gubernamental. Y no han realizado propuestas concretas para resolver los principales problemas que aquejan a la población mexicana, sobre todo la pobreza y la inseguridad pública.

A partir del 30 de marzo y durante 90 días nuestros radios, televisores, diarios, calles y espacios públicos volverán a estar anegados con anodinas campañas. ¿A quién están dirigidas dichas acciones? Ahora no a los simpatizantes, sino a los indecisos, la cereza del pastel más deseada por los candidatos, porque eso puede significar ganar o perder la elección.

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JJ/I