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Salario mínimo

El año antepasado, durante la campaña primaria en los Estados Unidos, el senador Bernie Sanders construyó parte de su campaña en la propuesta de elevar el salario mínimo en Estados Unidos a 15 dólares por hora. Él mantenía que “nadie, trabajando jornada completa, debería vivir en pobreza”, lo cual establece un fundamento moral indiscutible: un trabajo honrado debería ser suficiente para cubrir las necesidades de una persona y de sus dependientes.

Esta propuesta se encontró con las críticas acostumbradas: el aumento salarial implicaría un aumento en los precios de los productos y por ende, desataría una espiral inflacionaria; sin embargo, un estudio hecho por Market Place y el portal Slate (https://goo.gl/acqfYu), muestra que, en un caso paradigmático, Walmart podría pagar sueldos por arriba de la línea de la pobreza y sus productos sólo aumentarían unos cuantos centavos. En Estados Unidos, esta línea está definida por el monto anual mínimo para recibir apoyos (los cupones de comida): 20 mil 500 dólares al año. Un asociado de Walmart gana 8.81 dólares por hora, por lo que trabajando un turno típico en este tipo de tiendas (30 horas a la semana, 50 semanas al año), obtiene 13 mil 215.00 dólares. Bastaría subir su salario a 13.63 para lograr la meta, y el costo que le implicaría a la compañía sería el de subir sus productos 1.4 por ciento en promedio.

Esto implica trasladar directamente al consumidor el aumento. Sin embargo, hay otra opción, ya que el costo final de los objetos no está dictaminado exclusivamente por el costo de la mano de obra. En mercadotecnia hay un concepto: el costo de las cosas está en función del precio máximo que la gente está dispuesta a pagar. Aumentar el salario se puede hacer si las empresas estuvieran dispuestas a disminuir un poco su margen de utilidad, lo que evidentemente no harán por propio gusto: su finalidad es el lucro. Las grandes empresas pueden hacerlo sin problema; es más complicado para las pyme: para ellas pueden darse paquetes de apoyos fiscales, pero también deben volverse más competitivas de lo que son actualmente.

El problema del salario mínimo es que es la variable de más fácil manipulación dentro del sistema. Para las empresas resulta más costoso invertir en nuevas tecnologías o capacitar a la gente para ser más competitivos, por eso prefieren que los recortes en los costos de producción sean a través de los salarios. En los años 90 México apostó a los bajos salarios como el mecanismo para hacer competitiva a la industria nacional, y como un mecanismo de control de la inflación; pero el resultado fue atroz: sólo ayudó a disminuir la capacidad de compra de los asalariados. Por ejemplo, según la UNAM, en 1987 bastaban poco más de 4 horas para que un trabajador que ganara el mínimo tuviera acceso a la canasta básica; actualmente, un trabajador tiene que trabajar poco más de 21 horas para poder comprar esa misma canasta. Es decir, el poder adquisitivo es la quinta parte de lo que era.

Por esto, resulta indignante que el flamante secretario estatal del Trabajo diga que pagar sueldos justos depende de la buena voluntad de los empresarios. También, es grotesco que el gobierno de Enrique Peña Nieto se vanaglorie de ser “el sexenio del empleo”, cuando éste es precario, pero, sobre todo, mal pagado. Y por supuesto que es inaceptable que mientras el incremento “histórico” al salario mínimo sea de 5 pesos, los sueldos de la burocracia dorada y de los políticos sean de miles de pesos.

Necesitamos una política de apoyo a la producción y que asegure una vida digna para los trabajadores.

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FV/I