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Intercampañas, ¡con todo!

Todo parece muy claro. Si las elecciones fueran este domingo, Andrés Manuel López Obrador sería el nuevo presidente del país, al menos según las encuestas.

Los barómetros electorales más respetados colocaron, en un corte al 12 de febrero, al aspirante de Morena en su segundo nivel más alto de aprobación, mientras que a Ricardo Anaya Cortés, de la alianza Con México al Frente, lo ubican en el segundo lugar, y a José Antonio Meade Kuribreña, en una caída libre hacia el tercer sitio.

Esto sin contar el impacto del intercambio de acusaciones por corrupción entre Anaya Cortés y Meade Kuribreña por el supuesto lavado de dinero en una transacción inmobiliaria en el caso del panista y las irregularidades en la Secretaría de Desarrollo Social por la entrega de recursos a universidades para servicios no otorgados en el caso del candidato del PRI.

Tendría que definirse mediante las vías legales si el candidato panista es culpable o no, pero lo que para todos resulta por demás evidente es que los medios de inteligencia y espionaje del Estado están sobre él con una agilidad que sorprende, aunque no positivamente.

Nadie cree que esto signifique precisamente eficacia y entonces vienen las preguntas: ¿qué credibilidad podría tener la rapidez de actuación de la PGR cuando ha actuado en este caso con una celeridad no vista en escándalos como los de Javier Duarte de Ochoa, quien tuvo suficiente tiempo para fugarse y se hizo ojo de hormiga más de seis meses? ¿O en el del otro Duarte, César, que sigue prófugo, saben dónde está, pero no avanzan las peticiones de extradición?

¿Qué credibilidad podría tener el aparato de justicia cuando se ha visto omisión y en todo caso muy lenta reacción para actuar en el caso de las irregularidades detectadas en la Secretaría de Desarrollo Social? Casualmente, sancionan a 468 servidores de esa dependencia a los pocos días de estallar el escándalo que salpicó a Meade Kuribreña, pero de los servicios simulados nada se ha sabido.

Así las cosas, lo que se nota es el aparato del Estado operando a favor del partido en el poder y sembrando la sospecha de que Anaya Cortés no está libre de corrupción. Sin embargo, está de por medio el riesgo de convertirlo en víctima a grado tal de que la campaña de desprestigio termine por afectar a Meade Kuribreña a quien para nada se le toma como un candidato ciudadano desligado del PRI y del presidente que no tienen muy satisfecho al electorado.

Cada vez que se escucha a alguien del frente del candidato del tricolor hablar de la corrupción en la oposición, la reacción inmediata es pensar en algo así como el burro hablando de orejas, pero los resultados de esta estrategia de descalificación ya se verán en las próximas encuestas. Si Meade Kuribreña llega al segundo lugar, habrán tenido éxito, pero si termina de hundirse más en el tercero, entonces les habrá tronado en las manos al pasar de un señalamiento por un delito a convertir en víctima a Anaya Cortés.

Lo que sí es un hecho es que López Obrador está saliendo ganón en medio de una campaña descarnada para hacer a un lado a Anaya Cortés y bajarlo del segundo lugar.

Con su fórmula de amor y paz, López Obrador hace como que se sube y no al cuadrilátero. No ha mordido ningún anzuelo por más apetitoso que se vea.

Sin embargo, ya lo dijo su coordinador territorial Ricardo Monreal, cuando el PRI-Estado termine con Anaya Cortés se irán contra el de Morena.

Curándose en salud, hábilmente abonó al desprestigio de las instituciones por operar para hacer a un lado a los adversarios de su candidato.

¿Quién dijo que las intercampañas serían un periodo inútil, de pasarelas y vil dispendio de recursos? No hay debates ni propuestas, pero ¿qué tal el lodo?

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JJ/I