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Guillermo

En alguna ocasión un amigo de Guillermo el Toro me contó que de niño lo apodaban La Alcantarilla porque se comía todo lo que nadie quería. Mientras promovía Blade 2 (2002), la cinta que le abrió las puertas a Hollywood, antes de una entrevista, me expresó su antojo por una torta ahogada. Traía jet lag, había viajado de Japón a México. Rigo Mora (QEPD), su amigo desde la infancia y socio en la malograda compañía de efectos especiales Necropia, lo recordaba glotón. En sus comidas cada uno se comía un pollo asado solo y hasta cuatro pizzas. Guillermo del Toro además ganó en los años 80 el Reto Buffalo, que consistía en comerse hamburguesas gigantes (25 centímetros de diámetro) de un clásico restaurante tapatío. Obtuvo una cortesía para comer gratis una semana las mismas hamburguesas gigantes. Ahora se quiere comer el mundo. Si gana una buena parte de los premios Oscar a los que está nominado por la cinta La forma del agua, podría hacerlo.

Del Toro confesó que la mayoría de sus proyectos no eran nuevos, los había soñado desde que tenía 11 años. “Sigo siendo el mismo niño de 11 años, pero con presupuesto”, presumió.

Al cineasta le obsesionan los mecanismos de los relojes, los insectos y los muertos, pero no los de carne y hueso. El pintor José Fors quiso mostrarle un libro forense y Del Toro no quiso verlo, “me gustan los muertos, pero los de plástico”. Desde niño le inquietaban los murciélagos, tenía uno rojo en el que se apreciaba el sistema circulatorio. Para los vampiros de Blade diseñó vampiros con un sistema anatómico para extraer sangre basado en la imagen de las plantas carnívoras. Alejandro González Iñárritu se horrorizó con ellos por violentos, relataba y Guillermo se reía: “Me lo dice el director de Amores Perros”.

Hasta hace unos años conservaba el mismo coche de la fábrica Ford de los años 90 porque le “había salido bueno”. En una visita a su casa, Francis Ford Coppola le preguntó asombrado si era su vehículo. Acababa de pasar el furor de Laberinto del fauno (2006), la primera que lo llevó a los Oscar.

Guillermo siempre viste de saco, pantalón y playera negra. Me comentó que las compraba en una famosa tienda de tallas extra en Estados Unidos “por montón”, no le gusta perder el tiempo en elegir ropa o peinarse, pero eso sí, dedica largas horas a comprar películas y cómics, más de 15 mil ejemplares ha coleccionado. Ahora Guillermo será un muñeco de la colección Funko y quizá este lunes sea el mexicano de moda si arrasa en los Oscar.

@WhoisFranco

JJ/I