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Pensamiento mágico

La vez pasada hablaba del pensamiento crítico; en esta ocasión quiero referirme a su antítesis: el pensamiento mágico. Éste es una consecuencia de un mecanismo natural que nos ha permitido sobrevivir como especie durante mucho tiempo: la capacidad para detectar patrones en la naturaleza. Por ejemplo, la agricultura fue posible gracias a que se encontraron correspondencias entre los ciclos de la luna y de las estrellas con la procesión de las estaciones; de hecho, aquellos que podían predecir la llegada de las lluvias o señalar la época de la cosecha, basados en sus observaciones del cielo, llegaron a adquirir mucho prestigio y poder.

El problema del pensamiento mágico es que no es riguroso, a diferencia del pensamiento científico, que pone a prueba constantemente sus conclusiones. Si hablábamos de que la observación del cielo dio lugar a una agricultura más estable, la suposición de que lo que ocurría en los cielos afectaba lo que ocurría en la tierra dio lugar a los horóscopos: la idea, fácilmente demostrable como falsa, de que la posición de las estrellas afecta nuestra personalidad al momento de nacer. Es interesante, por ejemplo, ver cómo el pensamiento astronómico y el astrológico se distinguen: mientras que el primero se basa en observaciones y es capaz de desechar un modelo cuando éste no es compatible con dichas observaciones (por ejemplo, la idea de las órbitas circulares que era incompatible con el movimiento observado de Marte), en el caso de la astrología se agregan hipótesis ad hoc (hipótesis específicas no generalizables) pero se mantiene el modelo original a toda costa, llenándolo de parches y excepciones.

El pensamiento mágico está muy relacionado con la aparición de las supersticiones. Como señalaba, los humanos estamos diseñados para encontrar patrones y regularidades; sin embargo, también somos dados a crear explicaciones estables sobre lo que sucede a nuestro alrededor, y usualmente hacemos generalizaciones no demostrables. Así, un bateador que se pone la gorra al revés antes de dar de hit asume que esta conducta afectó su rendimiento y es muy probable que la mantenga, aunque en sus siguientes tres turnos al bat sea ponchado. Hay un elemento de neurosis en asumir que lo que funcionó en determinado momento, seguirá funcionando pese a la evidencia en contra.

Normalmente el pensamiento mágico no deja de ser una curiosidad dentro de la conducta humana; sin embargo, puede llegar a ser perjudicial: hay personas que toman sus decisiones exclusivamente basadas en lo que les dicen los adivinos o que recurren a los brujos para resolver sus problemas. Esto favorece la aparición de charlatanes, gente que usa trucos para engañar e impresionar a los demás y quitarles grandes sumas de dinero a cambio de un poco de esperanza. En este sentido, es una irresponsabilidad de los medios de comunicación (televisión, radio, periódicos y las revistas) que siguen manteniendo la falsedad de los oráculos.

El pensamiento mágico también es peligroso porque representa un riesgo para la salud, cuando la gente confía en remedios cuya eficacia no está demostrada, y retrasa realizarse un tratamiento correcto. La homeopatía es un caso evidente de lo anterior: hay personas que prefieren el efecto placebo de la homeopatía, que no lo cura, pero les hace sentir momentáneamente bien. El mecanismo es el mismo: alguien toma homeopatía para curar un resfriado, del cual muy probablemente se hubiera curado por sí mismo, tres o cuatro días después, y asume que ésta tuvo algo que ver. Hace unos años, el Concejo Nacional para la Salud y la Investigación Médica de Australia publicó un estudio demostrando que la homeopatía no funciona (https://goo.gl/weWACV). Hay que cuidarse del pensamiento mágico.

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JJ/I