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Los críticos

Siempre como una constelación, alejados e inaccesibles, los críticos. Incluso antes de entrar a Letras, cuando los poemas desbordaban las libretas, ya alguien advertía acerca de los temibles críticos y de sus juicios irrebatibles. Pero en esos años no conocí ni leí a ninguno, por lo menos a quien temer. ¿Eran críticos los reseñistas de La Jornada Semanal o de Unomásuno? Claro que sí, pero no cumplían los requisitos feroces del ingenuo imaginario tapatío en que me formé.

Yo no sé de dónde, pero siempre pensé desde joven que los críticos hacían críticas de aquello que les llamaba la atención poderosamente, para bien y para mal, sin tener contacto directo ni ningún interés extraliterario en aquello que motivaba la escritura. Y eso me parecía genial. Y quise también ser un crítico así, con ideales de distanciamiento. Y por unos días escribí mis reseñas, muy breves y desprejuiciadas, creo yo, y pude colaborar en la radio usando un seudónimo. Fue muy breve. Y eso me bastó.

Después, cuando las tareas editoriales empezaron a ser mi emprendimiento mayor, busqué a los críticos para darles los libros que publicaba. Y se los daba así nomás, con el buenastardes y un apretón de manos, no había mayor conversación. Y había textos; otras veces no. Pero al paso del tiempo me daba cuenta que si no daba no había reseña: aun cuando los libros circulaban en las librerías, cuando aún era importante ir a las librerías. Quizá los críticos ya no iban. Y eso ya no me importó.

Luego he visto tantas historias. Unos críticos que alababan la bonhomía de sus contertulios con melosas palabras en plana completa: un desperdicio. O aquellos impostados que a golpe de cortesías transnacionales y de compadrazgos mediáticos no reparan en que su glosa muge y babea en nuestros entendimientos, en la televisión y en la radio. Y los youtubers, con su gracia juvenil que coquetea con la sandez, no son la salvación ante la ruindad de los viejos.

Por supuesto, hay muchas excepciones, grandes voces críticas especializadas y atentas, que se quedan en volúmenes de circulación restringida, sin la posibilidad de que un público más amplio pueda catarlas. ¡Cómo hace falta comedimiento, honestidad y deseos de recomendar libros, y hacerlo desde cualquier medio, pero sin ínfulas de sabelotodo, de poderoso o de patán!

@LibracoFP

JJ/I