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El hundimiento del ‘PRItanic’

En lo que pretendió ser el gran festejo por el 89º aniversario del PRI, hubo un solo orador, el candidato oficial que pretende ser ciudadano, al que no se le escuchaba o no se le quería escuchar, porque siendo el abanderado reniega de su origen priísta cuando le conviene a él o al partido.

Superadas las fallas técnicas de audición, el discurso y las imágenes exaltaban las glorias del pasado, a sus antiguos héroes y caudillos, el recuerdo de aquel vigoroso instituto político; hoy sin el liderazgo de un presidente que ni siquiera se dignó a asistir a un acto al que apenas 6 mil militantes acudieron.

¡Qué tiempos aquellos en que Lázaro Cárdenas –el gran visionario– le dotó de una estructura corporativa y dio cauce a las demandas de los campesinos, de los trabajadores, del sector popular! Una estructura que se fue consolidando para mantener el control, que sostuvo el barco frente a las mareas de la política nacional y sirvió para legitimar el poder de los grupúsculos que gobernaron al país a cambio de promesas incumplidas de reparto agrario, trabajo y salario mínimo, de buenos servicios para los sectores desfavorecidos. Un barco que decidió excluir a personas, grupos o movimientos que jugaron un papel crítico frente al corporativismo y apuntaron hacia la modernización del país y de la política, que exigía impulsar cambios de fondo y no sólo tímidos virajes, en una a ruta que nos llevaría a consolidar a una gran nación.

Pese a explorar nuevos derroteros que seguían la ruta de la apertura democrática, la alternancia en el poder nos condujo a través del espejismo del cambio, mientras que en realidad se dirigía en la misma ruta de apertura hacia el mercado, sin atender los reclamos de inclusión y de mejorar la calidad de vida de los remeros que han sostenido históricamente el barco. De momento, “los oficiales” se percataron de que seguíamos navegando en círculos, la mayoría habíamos trabajado, pero básicamente no habíamos avanzado.

¡Qué frustración frente a la ilusión del cambio que nos guiaba! ¡Qué incertidumbre y desesperación ante el futuro en el que no podemos ver la mínima claridad, sino el caos! Nos resistimos a repetir nuevamente la película, a perder las esperanzas de un cambio de fondo. Sentimos el impulso a hacer más, pero no tenemos muy claro ni qué ni cómo.

Quizá el 4 de marzo hayamos sido testigos de la última fiesta de gala que se ha ofrecido en este barco. Ante una nueva oleada violenta, y con un horizonte lleno de niebla, destaca un archipiélago de obstáculos que cierran el paso a esta averiada embarcación. Capitanes y oficiales saltan a pequeños barcos salvavidas, ante el inminente riesgo y la constatación de que el barco en el que navegaron más allá de las siete décadas, hoy se fractura, se desfonda y muy probablemente se hundirá.

Los oficiales han dejado a los marinos y remeros –que por décadas han impulsado a este barco–, indefensos, atrapados en el desconcierto y sin claridad sobre su futuro en medio de la tragedia. Seguirán esperando las dádivas, los salvavidas, pero los viejos capitanes ya no pueden ni quieren dárselas.

Frente al escenario electoral que se avecina, hay diversos futuros posibles. Como electores, históricamente los remeros hemos puesto nuestras esperanzas en los nuevos almirantes, en los capitanes, sin percatarnos o reconocer que frente a los riesgos de repetir –con nuevas formas– los mismos errores, “lo nuevo no está en el PRI”; ni siquiera en las promesas de candidatos casi héroes o mesiánicos de un color, de otro o de las alianzas más aberrantes. “Lo verdaderamente nuevo está en lo que la sociedad mexicana queramos hacer de esta nación” (Meyer, Lorenzo, Nuestra tragedia persistente, Pág. 15).

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JJ/I