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Todas somos Karina González

México es el país de América Latina donde más se cometen privaciones a la vida de las mujeres por razones de género: 7.5 feminicidios cada día (ONU Mujeres). Hace apenas una semana la joven estudiante de Derecho en la Universidad de Guadalajara Karina González fue asesinada cuando salía de casa y todo parece indicar que su ex pareja es el responsable.

En 2012, Imelda Virgen, quien fuera profesora de esa misma universidad, fue asesinada por encargo de su ex esposo, y es el primer caso en Jalisco reconocido como feminicidio. Guadalajara se ubicó entre 2011 y 2016 (ONU) como uno de los municipios con más asesinato de mujeres en el país. En sólo un año, 2017, en Jalisco se registraron 104 feminicidios, de acuerdo con datos del Comité de América Latina y el Caribe para la Defensa de los Derechos de las Mujeres.

La violencia hacia la mujer tiene muchas variantes y espacios. Además de la institucional por el Estado y la estructural generada por el injusto sistema social, en el hogar, la calle, el trabajo, la escuela, no hay un lugar para sentirse segura o a salvo. La Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares (2017) señaló que 66.1 por ciento del total de mujeres mexicanas de 15 años y más han sido violentadas; que el esposo o novio es el principal agresor; que de las mujeres que han vivido en pareja 43.9 ha sufrido de violencia. Después de la pareja, la calle es el segundo lugar de agresiones, 38.7 de mujeres han sufrido violencia en el espacio público, 9.4 de mujeres de 15 años o más sufrieron de abuso sexual en su infancia, los familiares cercanos (tío, primo, abuelo, padre) fueron los principales agresores.

La violencia tiende a normalizarse, por eso las movilizaciones del 8 de marzo en la mayor parte de las regiones del mundo plantean visibilizar el problema y reivindican el derecho de las mujeres a tener una vida libre de agresiones. Como profesora universitaria, durante casi 10 años al conversar con las alumnas en el día a día sus comentarios comprueban una y otra vez la vulnerabilidad a que se exponen las mujeres en todos los espacios.

Estudiantes que han demandado protección a la autoridad por acoso de la ex pareja; otras, incluso, han convertido la violencia en el noviazgo en su objeto de estudio porque la sufrieron, alumnas que no pueden recibir llamadas porque su pareja se enoja, “sí me permitió estudiar, pero no puedo hacer trabajos en equipo” -me han dicho-; también me han contado que al salir de casa con falda han tenido que regresar a cambiarse de ropa porque se incomodan por el asedio en la calle y en el transporte público.

Alumnas se han quejado de que algún profesor explica delitos de connotación sexual, utilizándolas a ellas como supuesto mientras sus compañeros de clase se ríen de la ocurrencia. Una estudiante tuvo que regresarse con su familia a su lugar de origen porque ella sufría acoso en el trabajo y su patrón llegó a rentar una casa frente a su domicilio para “tenerla más cerca”. A otra estudiante su padre le pidió aprovechar su estancia en la escuela para conseguir un marido “que vea por ella”.

Las mujeres en todo el mundo están construyendo sus espacios de lucha y de seguridad; demandan justicia con perspectiva de género y cambiar de raíz las condiciones sociales que perpetúan el sistema capitalista y patriarcal, que reproduce la violencia en una espiral que cada vez es mayor.

La comunidad universitaria debe exigir justicia para Karina; y también atención integral para su pequeña hija quien, además, presenció el asesinato. Reclamar respuesta efectiva de la autoridad ante la alerta de género para evitar más crímenes. En esta dramática realidad suena la voz de las tapatías que participaron en la marcha el viernes pasado: “señor, señora, no sea indiferente, se mata a las mujeres en la cara de la gente".

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