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El traje nuevo del rey

El actual gobierno de la República es el que más ha gastado en comunicación social en la historia del país. La organización Artículo 19 dio a conocer que en sus primeros cuatro años gastó 34 mil millones de pesos y que se perfilaba para terminar su sexenio con montos cercanos a los 60 mil. La gran paradoja es que, pese a todo este dinero, no sólo es uno de los presidentes más impopulares, sino uno que se mantuvo en constante conflicto con los ciudadanos, a los que prácticamente se nos acusó de ser unos ingratos.

Desde su famoso “ya sé que no aplauden” hasta su campaña de hace un par de años donde nos decía que “lo bueno no se cuenta, pero cuenta mucho”, Peña Nieto se asumió como un presidente incomprendido, una víctima del “mal humor social” que jamás logró comprender. Ya desde 2015, el periódico The Economist sentenciaba que el presidente “no entendía que no entendía”. Jamás advirtió que la luna de miel (el período en el que a un nuevo gobierno se le toleran muchas cosas en función de ser un recién llegado) duraría muy poco a causa de los problemas en la elección. Tampoco captó que los primeros escándalos de su administración no desaparecerían si él los ignoraba: así, su Casa blanca y la casa de su secretario de Hacienda se volvieron un ejemplo de la corrupción que campearía en esta administración y que jamás se persiguió. Peña Nieto no aprendió tampoco que los problemas, si no se atienden a tiempo, escalan y se vuelven imposibles: ahí está Ayotzinapa (coincidentemente a 43 meses de la desaparición de los estudiantes normalistas) en donde la respuesta gubernamental ha sido repetir pertinazmente una mentira; ahí está la llamada Estafa maestra que el gobierno se ha negado a investigar; ahí está el secretario de Comunicaciones y Transportes, indemne pese a la corrupción demostrada en su secretaría; y más recientemente, el caso de la exoneración de César Duarte por parte de la Procuraduría General de la República.

Ahora, como una muestra más de su incapacidad para ver la realidad, nos endilga una nueva campaña publicitaria en la que se nos acusa otra vez. La campaña de marras habla de logros del gobierno y después de cada uno, la voz de la locutora dice “aunque se diga que es al revés”, y termina insinuando que la culpa es de nosotros porque estamos empecinados en ver todo de esa manera. Sabemos que los gobiernos siempre hacen publicidad positiva de sus logros (reales o imaginarios) y que la autocrítica no es su fuerte; si acaso, algunos dicen que falta mucho por hacer, pero hasta ahí. En este caso, el tono es de víctima: el gobierno hace muchas cosas, pero los ciudadanos, ingratos, le escatimamos el reconocimiento; tercamente nos negamos a ver lo bien que se encuentra el país.

Supongo que los hechos como tener el sexenio más sangriento de la historia reciente no son relevantes; o el que una de sus obras insignia, el tren México-Toluca, ¡oh, novedad! tenga retrasos y sobreprecios de 50 por ciento (https://goo.gl/G6wJfv); o que, de sus compromisos firmados a principio de su mandato, haya cumplido sólo 40 por ciento, según el periódico El Economista (https://goo.gl/TGtL1C).

Y eso para no hablar del aumento en los combustibles; de la caída del peso y el terrible endeudamiento del país; de la corrupción rampante y que las instancias encargadas de perseguirla están descabezadas; o de la inseguridad brutal que asola al país entero...

Como en el cuento infantil, pese a haber gastado una fortuna, el rey no capta que está desnudo.

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FV/I