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Presencias y espejos

…para negar hay que conocer

primero aquello que se niega…
OCTAVIO PAZ

Casa construida de cuatro habitaciones, La suma azul, de Deana Molina, desde su inicio ya nos inquieta y nos perturba, y parecería que nada entendemos, pues no da lugar al cómodo entendimiento, sino únicamente deja sentir la desgarradura, descrita en versos complejos para aquellos no acostumbrados a lo dificultoso, a los no comprometidos con la poesía. Y es que no hay asideros posibles una vez que se sumerge el lector en los textos de la poeta (quien nació en Mérida, hizo su vida en Sonora y ahora vive en Tonalá).

Los poemas de Deana Molina no tienen influencias visibles, si acaso los hay, se advierte únicamente en aquél de ecos sorjuanianos en el que el juego verbal es su principio y su fin: “Si a la razón asiste /tan franca cuenta llevar /dónde entonces colocar /la memoria que persigue...”.

Pues el libro es un oscuro “juego de señales”, donde las presencias y los cuerpos se pueden percibir únicamente a través de los espejos. Hay, por tanto, una cercanía y, a la vez, una constante lejanía de la realidad real, para encontrarnos con lo meramente mental, despierto por la vía de la pesadilla. Escrito en versos de rigurosa medida, se abre además su semejante en versículos que de alguna manera nos permiten entender que la lectura de La suma azul, puede realizarse muy bien siguiendo ambas frecuencias.

Hechos de constantes presencias, desde el poema inicial hallamos a quien:

 

Asoma, afila el cristal

de su rumor entre las hojas, muertas

un rostro contráctil, sonriente

de rigor y espuma…

 

Y nada sabemos de éste, sino más adelante: “…huésped de tiempo/ convenido, redención, cobijo/ de cristales para el cuerpo/centro de alimañas, pesadilla/ que perfora el alma /de frágil energía…”, algo que nada indica —ni siquiera más adelante del poemario—, pues al ser señalado es “Imposible otorgarle forma/ en las formas conocidas…”

victormanuelpazarin.blogspot.mx

JJ/I