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El costo del pleito AMLO-Alfaro

El lunes 5 de marzo –hace poco más de un mes– en mi entrega titulada Jalisco, entre AMLO y Alfaro, escribí lo siguiente:

“¿Cómo le iría a Jalisco con López Obrador como presidente y Alfaro Ramírez como gobernador? No recuerdo elecciones anteriores en las que se haya registrado un enfrentamiento tan directo y personal entre un candidato presidencial y un contendiente por la gubernatura como el que han protagonizado Andrés Manuel y Enrique, lo que no deja de inquietar para saber qué futuro podemos esperar los habitantes de Jalisco de una relación tan descompuesta entre quien pueda llegar a ser el próximo presidente de la República y el gobernador del estado…”

“López Obrador y Alfaro han intercambiado calificativos como corruptos, demagogos, soberbios, entre otros. De llegar ambos al poder, pregunto: ¿Sabrán entenderse en beneficio de los jaliscienses o el hígado será el que guía su actuación? Vayamos pensando también en ese escenario”.

El domingo pasado tuvimos respuesta a nuestras preguntas de parte de Andrés Manuel López Obrador cuando en su primer mitin como candidato presidencial en Jalisco, celebrado en la Plaza Juan Pablo II, en Zapopan, sin mencionar su nombre porque confesó que simplemente no quería mencionarlo, se refirió a un personaje que todos concluimos era Enrique Alfaro Ramírez, por las referencias anteriores que algunos integrantes de su equipo habían hecho del ex presidente municipal de Guadalajara.

Ante la multitud ahí presente, López Obrador expresó: “¡Quiero que Carlos (Lomelí) sea gobernador de Jalisco porque quiero entenderme con un gobernador como Carlos Lomelí! (…). Voy a respetar la voluntad del pueblo de Jalisco, pero sí deseo, de toda (sic) corazón, que Carlos sea el próximo gobernador de Jalisco. ¡Les pido que su voto sea parejo! ¡Que nos den la confianza por completo! ¡No quiero tener que entenderme, toco madera, con otros! ¿Saben qué? ¡No les tengo confianza… a los otros! ¡A uno en particular que ni siquiera voy a mencionar su nombre! ¡Es un traidorzón! ¡Y ahí les dejo de tarea…, no les va a costar mucho trabajo investigar a quién me refiero! ¡Pero eso es más de lo mismo! ¡No se dejen engañar! ¡Eso es gatopardismo! ¡La misma gata, nada más que revolcada…!”.

Soy de los convencidos de que tanto en la elección para presidente de la República como para gobernador aún no hay nada escrito y muchas cosas pueden suceder en el camino de aquí al domingo 1 de julio, pero no ignoramos que desde hace tiempos diversas encuestas colocan tanto a López Obrador como a Alfaro a la cabeza de las preferencias electorales en el país y en Jalisco, de ahí que en el hipotético caso de que ambos obtuvieran la victoria electoral no está por demás que quienes vivimos en la entidad vayamos advirtiendo el escenario que podríamos vivir durante seis años: un presidente de la República enfrentado personalmente con el gobernador de Jalisco.

Ojo, no es el gobierno federal contra el gobierno estatal, sino Andrés Manuel López Obrador contra Enrique Alfaro Ramírez. ¿Podremos soportar y será sano para Jalisco seis años de pleitos, de enfrentamientos que pueden traducirse en falta de apoyos para la entidad en todos o diversos rubros?

Lo que nunca escuchamos decir a ningún candidato presidencial de cualquier partido, lo escuchamos del tabasqueño -¿qué no hemos escuchado de él?–: “¡No quiero tener que entenderme, toco madera, con otros (cualquier candidato al gobierno estatal de otro partido político diferente a Morena que gane)! ¿Saben qué? ¡No les tengo confianza a los otros!”.

¿Qué alcance tendrá en el electorado jalisciense la petición de Andrés Manuel de que no quiere entenderse con otro gobernador que no sea el que postula su partido para ese cargo, Carlos Lomelí? ¿Influirá en el sentido del voto? Al tiempo.

ES TODO, nos leeremos ENTRE SEMANA.

JJ/I