INICIO > OPINION
A-  | A  | A+

Jalisco 2018; Alfaro vs. Alfaro

Aunque son siete los aspirantes a la gubernatura del estado, conforme a los escasos sondeos que se han publicado sobre las preferencias electorales, Enrique Alfaro, candidato de MC, aparece con una cómoda ventaja sobre sus más próximos rivales: Miguel Castro Reynoso, del PRI; Carlos Lomelí Bolaños, de la coalición Juntos Haremos Historia, y Miguel Ángel Martínez Espinosa, del PAN.

Aunque hace algunos meses la percepción generalizada entre los jaliscienses era que la llegada de Alfaro a la gubernatura era inevitable y que la campaña electoral sería como un día de campo, un conjunto de acciones y decisiones realizadas por el personaje en cuestión han venido a configurar un escenario que necesariamente obliga a matizar el optimismo desbordado que privaba entre sus simpatizantes. Y esto es así porque el candidato de MC, en su faceta actual, poco tiene que ver con el aspirante a la gubernatura en 2012 que habiendo ganado en las principales plazas resultó derrotado por el voto rural, o con el que en 2015 abanderó el tsunami que transformó el mapa electoral del estado.

Aquel candidato sustentaba su fortaleza en dos cuestiones fundamentales. Su marca de “buen gobierno” que había construido exitosamente en su ejercicio como presidente de Tlajomulco y su autoproclamación de su condición de “ciudadano”, que de manera reiterada presumía en oposición a los políticos enquistados en la partidocracia y el rechazo a los poderes fácticos.

Esos elementos se encuentran ausentes en el Alfaro actual. Si bien resultan innegables las acciones positivas de su ejercicio municipal en el campo de la obra pública y de mejoramiento urbano que superan con creces las mediocres administraciones que le precedieron, el talante autoritario de algunas de sus decisiones (ambulantes, calandrias, tianguis) lograron empañar su imagen positiva en algunos sectores. Al parecer se olvidó del mantra “la gente manda”, en torno al cual diseñó su discurso de campaña.

El otro elemento que ha desaparecido es el de su autoproclamada condición de “ciudadano”. En efecto, aunque no tiene una credencial de militante, se ha convertido en el poder real de decisión en el partido que nominativamente dirige Dante Delgado. El mismo Ricardo Anaya ha reconocido su intervención decisiva en la conformación de la alianza partidista que culminó en la conformación de Por México al Frente, misma a la que, paradójicamente, se opuso integrar en el estado. Pudo haber optado, ahora que la figura existe, por buscar una “candidatura ciudadana”, no lo hizo. Se decantó por la partidocracia. Por otra parte se le ha señalado su incongruencia al establecer alianza con el grupo político de la universidad, a quien calificaba de poder fáctico. Si a lo anterior se le suma su ruptura con López Obrador y su apoyo manifiesto hacia Ricardo Anaya, las diferencias entre el Alfaro de ayer al de hoy cobran su entera dimensión.

Desde un plano estratégico no queda claro que estas decisiones arrojen resultados positivos para su campaña. Al contrario, ha suscitado enérgicos rechazos de los militantes de los partidos que aglutinan el frente y que se han sentido humillados. El ciudadano de a pie, que ayer le otorgó su voto, hoy lo observa con recelo y desconfianza. Pero es en el crecimiento sostenido de los simpatizantes de AMLO, que encabeza las preferencias a la presidencia en Jalisco, el que representa su principal desafío. Y el candidato de AMLO se llama Carlos Lomelí.

Exabrupto

La resolución del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, de habilitar la candidatura de El Bronco, a pesar de las anomalías en que incurrió en la recolección de firmas y que fueron ampliamente exhibidas y documentadas por el INE, constituye un severo golpe a la credibilidad de los organismos electorales responsables de garantizar la legalidad y la certidumbre del proceso. Se advierte el tufo de un nuevo fraude electoral.

[email protected]

JJ/I