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Un nuevo acuerdo social

Nos engañamos si pensamos que las cosas cambiarán después de las elecciones del domingo 1 de julio. Hoy, lo que necesita México para sobrevivir como democracia y como país no es un nuevo presidente, sino un nuevo acuerdo o pacto social. Nuestro régimen político actual no es viable, pues este sistema político produce corrupción porque está basado en la toma de puestos públicos por afinidad política, en el secuestro de instituciones o por intereses económicos.

Nuestro sistema político es un andamiaje de leyes y estructuras apuntaladas por valores autoritarios ampliamente compartidos por toda la clase política, no importando los espacios sociales de izquierda, centro o derecha. En esta elección de 2018 seguirá vigente esta rapiña, y no hará sino reproducir la mecánica del botín, de la caza, de la toma o captura del poder. Lo único que cambiará será la narrativa según la coalición que obtenga la mayoría. En el fondo la narrativa es la misma, aunque haya izquierdas y derechas en las tres coaliciones.

Podrán cambiar los nombres, las palabras, los gestos y los ademanes, pero no las prácticas políticas. Esto lo hemos atestiguado una y otra vez en todos los ámbitos de la vida política de México.

Mientras este régimen político se mantenga intacto, no cambiarán las prácticas políticas. Ganan las elecciones para hacerse de puestos públicos para repartirlos entre los leales al sistema.

Las tres coaliciones que están compitiendo por los votos en realidad están en lucha para quedarse con los puestos y presupuestos que se habrán de repartir entre los seguidores cercanos, no con los capaces.

Las instituciones ciudadanizadas fueron creadas para contener los excesos que comete el poder, pero esas instituciones también fueron capturadas y secuestradas. Fueron entregadas a las cámaras legislativas, y así se convirtieron en un nuevo botín y en un nuevo espacio para negociar y ejercer posiciones de poder.

El caso más sintomático de corrupción es la llamada Operación Bronco, en la que cuatro magistrados legitimaron las trampas con argumentos de “debido proceso”, quienes fueron convencidos o presionados para orientar el sentido de su voto.

Se operó primero con los tres votos duros del PRI en el Trife, formados por los magistrados José Luis Vargas, Mónica Soto y Felipe Fuentes, todos propuestos por la bancada priísta en el Senado, pero los tres votos no alcanzaban y necesitaban a un cuarto magistrado que les diera la mayoría; Indalfer Infante, propuesto por el PRD, fue el último en convencer.

El PRI se justificó aludiendo al caso Florence Cassez, lo cual es muy burdo, y Aurelio Nuño, coordinador de la campaña del PRI, le dio la bienvenida a la contienda. El Bronco anunció rápidamente: “Voy por ti, Andrés Manuel”.

Es tiempo ya de admitir como sociedad que ha llegado el momento de parar a la clase política. Se hace indispensable una toma de conciencia y compromiso de todos los actores sociales para dejar atrás la idiosincrasia del sistema político actual y establecer un nuevo pacto social. Cambiar el sistema significa construir un nuevo acuerdo social, renovar las instituciones públicas. Para eso se necesita el compromiso y la participación de los ciudadanos, y el compromiso ético de la clase política. Una clase política capaz de vencer la tentación del autoritarismo.

Tenemos que pensar en la construcción de nuevos caminos de entender y hacer efectiva la democracia, transitar a una democracia de instituciones orientadas a evaluar candidatos para puestos públicos de los tres poderes, que da seguimiento al desempeño de manera constante, donde los integrantes de los tres poderes estén ahí solo por sus capacidades y una trayectoria limpia, recibiendo a cambio un sueldo equivalente a un profesionista medio, dependiendo de sus resultados en el servicio público.

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JJ/I