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La paz que nunca llegó

“‘Tenemos el reto histórico de lograr un estado de paz y prosperidad, debemos lograr un diálogo que nos engrandezca con los resultados, donde nuestros hijos y nietos tengan una mejor calidad de vida’, dijo usted. Señor gobernador, tiene usted la obligación de rendir cuentas a su pueblo aunque algunos no hayamos votado por usted; tiene la obligación de salir a dar explicaciones”.

El párrafo anterior corresponde a uno de los más potentes mensajes que se lanzaron por parte de madres de personas desaparecidas, el jueves en la noche frente a palacio de gobierno, después de una caminata en la que se reclamaba la falta de resultados en las investigaciones de quienes tienen años o un mes sin ser localizados, como es el caso de los estudiantes del Caav.

La cita inicial la leyó en voz alta una de las madres de familia, extraída del primer discurso que dio Aristóteles Sandoval en su primer día como gobernador de Jalisco, un 1 de marzo de 2013. En ese discurso, el propio mandatario se puso la vara alta: habló de un reto histórico para traer paz al estado y darle calidad de vida a los más jóvenes.

Al paso de cinco años la realidad rebasó al gobernador, los jóvenes que prometió proteger son los más asediados  y flagelados por el crimen. Según perfiles que se han publicado en artículos periodísticos, tanto hombres como mujeres que viven apenas su segunda década son el blanco de las desapariciones en Jalisco, y sus familiares se han encargado de recordárselo con más frecuencia en los últimos meses. Aristóteles Sandoval no cumplió ni de lejos ese compromiso “histórico”.

“Cuando van a buscar el voto nos piden abrazos, nos dan la mano, piden la fotografía con el pueblo para que votemos por ustedes; gracias a Dios yo voté por usted, ahora yo quiero que me atienda como ciudadana porque merezco ese trato. Soy mamá de Gabriela Macías Cortés, y ella no está en su casa”, fue el mensaje de otra de las mujeres que acudieron a la marcha y esperaron afuera a Sandoval, que las recibió con las puertas cerradas.

Las promesas del gobernador que hizo tanto en campaña como en sus primeros días a cargo de Jalisco se fueron desmoronando al grado de que, al filo de entregar el cargo, se han vuelto imposibles de revertir. Ya no le alcanzó y en algunos casos ni siquiera parece haber intentado esforzarse.

¿Algunas de sus promesas abandonadas? No inundar Temacapulín y mantener la cortina de la presa El Zapotillo a 80 metros. Traicionó a la gente cuando el 29 de febrero del año pasado anunció: lo siento mucho, la presa va a 105 metros y la gente se tiene que reubicar. Todo para que a los nueve meses viniera la Conagua y determinara que la presa va a 80 metros. Eso sí, la última palabra la tiene la Suprema Corte.

Otra de sus promesas que nació muerta fue la de expropiar La Primavera. Sí, comprar 85 por ciento del territorio protegido del bosque a sus propietarios con la fuerza del gobierno para resguardarlo de las tentaciones de quienes poseen esos recursos naturales. ¿Y qué pasó con eso? Aunque no era la mejor idea para gestionar el bosque, nunca movió un dedo para cumplir esa promesa.

El tema de la seguridad que fue una de las primordiales y más sensibles para nosotros los ciudadanos simplemente se le salió de las manos. Vimos a lo largo del sexenio una suerte de experimentación en los cuerpos operativos que nunca respondieron a las necesidades de este estado, a la urgencia de no ser secuestrado ni desaparecido, de no ser ejecutado mientras se va conduciendo o acuchillado por alguien que sólo quiere nuestro celular. El caldo de cultivo de esta putrefacción ha sido la impunidad, esa sí es la única garantía de quien sufre un delito.

Las madres de los desaparecidos no son las únicas que deberían ir a tocar la puerta de su despacho, este gobierno le falló todos.

FV/I