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Estoy harto de la lucha libre electoral

El domingo pasado al terminar el debate de los candidatos presidenciales me sentí más huérfano que nunca de un líder que me inspire, me represente y me dé la confianza de que el futuro de nuestro país está en buenas manos.

Abrí mi cuenta pública de Facebook y puse en palabras lo que sentía como un ejercicio catártico. La nota empezó a circular y a generar reacciones, y en 48 horas había alcanzado a cerca de 15 mil personas con más de 600 reacciones entre comentarios, likes y veces compartida. Es decir, en comparación con el impacto habitual de mis contribuciones en Facebook, esta nota se volvió relativamente viral.

Al analizar las reacciones a la nota me di cuenta de tres cosas que se están manifestando en esta elección.

Primero, ha perdido tanta credibilidad la propuesta de un político que a la gente ya ni le interesa escuchar qué proponen. El debate en vez de ser un espacio para contrastar ideas y visiones se volvió un ring de lucha libre en el que los candidatos se dan golpes reputacionales mientras el público alrededor defiende a gritos a su luchador favorito y al mismo tiempo se ríe de lo ridículo que se ven con sus movimientos falsos y ensayados.

Segundo, como la elección es una lucha, no hay conversación constructiva posible. No nos escuchamos los unos a los otros, sólo gritamos el apoyo a nuestro luchador favorito y entre mentadas de madre pedimos el nocaut de los luchadores contrincantes. Mientras tanto, acentuamos las divisiones entre nosotros y calentamos los ánimos hasta el punto de la violencia hooligan.

Tercero, empieza a crecer un grupo de gente (como yo) que ya se hartó de ver las luchas. No nos interesan los sillazos y las patadas voladoras. Ya sabemos que todo es falso y que todos tienen trapitos sucios. Queremos que se quiten las máscaras y se pongan a decirnos cómo van a administrar nuestro futuro. Queremos saber en qué se diferencia el producto que ofrece uno del que ofrece otro. Queremos que nos digan sin rodeos qué planes tienen para la inseguridad, la corrupción y la pobreza… y cómo van a hacerse responsables de sus promesas.

Finalmente, comparto la nota que publiqué en Facebook:

“Sigo sin ver reflejado lo que quisiera para México en ningún candidato, pero doy mi opinión del debate desde tres ópticas: forma, fondo y fruto”.

“Forma. Sólo Anaya y Meade vinieron preparados para debatir en serio, y el primero mostró un dominio que no es común ver en políticos mexicanos. AMLO es casi como si no hubiera venido, habló lo mínimo, cumplió el trámite. Margarita muy titubeante y El Bronco, oscilando entre la genialidad y la comedia”.

“Fondo. Las participaciones de AMLO se pueden resumir en un ‘ya gané’, evitando contestar preguntas directas, lo que quizás resuene como soberbia en la opinión pública. En el discurso de todos predominó el ataque y el desmantelamiento de mentiras. Hubo pocas propuestas y éstas se sentían poco sinceras. El debate generó más memes que conversación constructiva. Seguimos sin saber en serio qué van a hacer y cómo. Aunque también entiendo que el formato del debate sólo da para lanzar frases memorables”.

“Fruto. Ya veremos si el debate tuvo algún impacto en las preferencias electorales. Yo me quedo como después de ver un partido de futbol altamente anticipado; estuvo entretenido de ver, pero se acaba y la vida sigue. La diferencia es que aquí nos jugamos el futuro de México y yo, más allá del miedo o el enojo, siento frustración de no saber adónde vamos.”

@ortegarance

JJ/I