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La utopía tecnológica se desmorona

Monopolios tecnológicos, noticias falsas, polarización extrema entre la población, ciberacoso a través de redes sociales y la amenaza de un apocalipsis informativo son los problemas por los que algunos creadores de Internet y sus principales servicios tecnológicos están pidiendo perdón.

A mediados de abril, la publicación New York Magazine comenzó a difundir una serie de entrevistas con creadores y arquitectos tecnológicos titulada El Internet se disculpa, que incluye voces que dirigieron y colaboraron en empresas como Microsoft, Uber, Facebook, YouTube, Google y Reddit.

Pero incluso desde hace más tiempo atrás, ya se había desatado una ola de publicaciones críticas en medios internacionales. Prominentes ex ingenieros, ex directivos y otros insiders de las grandes empresas de la tecnología se volvieron sus más férreos detractores.

Uno de los dos más notorios es Tristan Harris, ex diseñador de Google que ostentaba el cargo de filósofo de producto, quien también accedió a hablar para la New York Magazine. Él lleva al menos un par de años advirtiendo que los sistemas operativos y aplicaciones de los teléfonos celulares están conscientemente diseñados para ser adictivos, pero fue en 2017 cuando Harris comparó a la compulsión de checar constantemente el celular con la expectativa que tienen las personas adictas a jugar en las máquinas tragamonedas.

Es decir, checamos nuestro celular obsesivamente en espera de un nuevo mensaje, un nuevo like o retweet, y aunque muchas veces no obtenemos nada, seguimos enganchados.

En otro sonado escándalo, Chamath Palihapitiya, quien fuera vicepresidente de crecimiento de audiencia de Facebook en 2007, acusó a la red social de estar “despedazando el tejido social” y admitió que él mismo ya no quiere tener nada que ver con Facebook y que les prohíbe a sus hijos usarlo.

La perspectiva ingenua de que la tecnología hará de nuestras vidas algo necesariamente mejor se ha puesto en entredicho ante la posibilidad cada vez más latente de que muchos trabajos, de toda clase de industrias, se pierdan por la automatización de procesos y por el avance de la inteligencia artificial.

Es necesario alzar un reclamo para la regulación de estas empresas y su posesión sobre los datos que como usuarios les generamos. Sin ganas de satanizar a sus creadores ni de orillarnos al puritanismo, es cada vez más urgente mirar con cautela la promoción y uso desenfrenado de las nuevas tecnologías. 

Bienvenidos a la era del tecnoescepticismo.

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JJ/I