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Se necesita contrapeso ciudadano

La semana pasada escribí en este espacio sobre cómo las campañas han generado un ambiente como el de las luchas libres. Unos y otros defienden a sus luchadores favoritos a gritos y groserías, mientras que éstos se dan sillazos y patadas voladoras en un máscara contra cabellera. No hay conversación posible… ¿cómo convencer a un fan de LA Park que cambie su lealtad y apoye al Rush?

En general hay dos bandos, los enojados contra los asustados. Los primeros apostando por AMLO porque consideran que es la única opción para tirar al establishment corrupto y los segundos apostando por el que sea que tenga más posibilidad de ganarle porque temen que AMLO nos regrese a las políticas de los 70. Y como bien dijo Soledad Loaeza en una entrevista que le hizo El País hace un par de semanas: “En México tenemos más rabia que susto”.

También escribí la semana pasada sobre un posible tercer bando de gente harta de ver las luchas, a la que no le gusta ningún candidato y a la que le gustaría que empezaran a darnos explicaciones de qué van a hacer con nuestro país cuando tomen el timón. Pero la realidad es que este tercer bando es ficticio… porque, aunque no nos guste ninguno, llegará el día de la elección y vamos a tener que poner nuestra marca en algún lado. ¿En dónde?

Hace poco tuve una conversación con alguien que me dijo que el problema de que haya malos gobiernos se origina en que no hay una ciudadanía responsable que les haga contrapeso.

Hoy, ser un ciudadano responsable es razonar bien el voto, sin dejar que un grupo político secuestre nuestro miedo o nuestro enojo. Mañana, ser un ciudadano responsable será construir instituciones y mecanismos para ejercer presión en los que ganen para que hagan un buen trabajo.

Respecto al razonamiento del voto, hacerlo bien implica poner en una balanza las posibles consecuencias positivas y negativas de votar por cada uno de los candidatos. Obviamente todos buscamos un resultado positivo cuando elegimos por quién votar, pero no siempre pensamos en el costo de ese resultado positivo. Tendemos a sobreestimar el corto plazo y subestimar el largo plazo.

Parece que la decisión está entre votar por AMLO o votar por cualquier otro, votar por el fin de la corrupción o por la continuidad de la corrupción, votar por el colapso del sistema o por la continuidad del sistema. Pero, ¿realmente es así de sencillo? Yo creo que AMLO no tiene la capacidad ni para terminar con la corrupción en seis años ni para convertirnos en Venezuela en seis años. Tampoco creo que votar por Meade o por Anaya signifique automáticamente que se mantendrán los vicios que nos tienen enojados.

Las preguntas a hacernos son: ¿con qué gobierno se darán las mejores condiciones para exigir en voz alta lo que queremos cambiar? ¿Con qué gobierno habrá menos fracturas sociales? ¿Qué gobierno estará más abierto a escuchar puntos de vista diversos?

Lo que hay que evitar a toda costa es que la siguiente persona que nos gobierne impida o ignore nuestras protestas; fomente un enfrentamiento entre distintos sectores de la sociedad que termine desestabilizando al país o tome decisiones como autócrata sin escuchar o responder a nadie.

Además de razonar bien el voto, tendríamos que canalizar nuestro miedo o nuestro enojo a construir un verdadero contrapeso ciudadano, y la fecha clave para esto no es el 1 de julio, sino el 1 de diciembre.

Gane quien gante, presidente Anaya, presidente López Obrador o presidente Meade, que encuentre una ciudadanía activa y exigente que lo obligue a llevar a México al siglo 21.

@ortegarance

JJ/I