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¡No a la polarización!

Luego de que tras el primer debate entre los candidatos presidenciales no se advirtiera algún cambio en las preferencias electorales, como lo registra la encuesta del periódico Reforma, era previsible que el ataque hacia el puntero se intensificara cuantitativa y cualitativamente.

En el primer caso, quienes se oponen a la candidatura de López Obrador han recurrido a elevar el tono de los ataques. En sus últimos spots Meade acusa a AMLO de convertirse en “títere” y “estar al servicio de los criminales”. Y en otros, bajo el lema “Miedo o Meade”, asocia la campaña de AMLO con escenas de violencia callejera.

Por su parte, el Frente recicla la comparación de López Obrador con Hugo Chávez y Venezuela. En evidente violación al artículo 159 de la LEGIPE, Mexicanos Primero difundió un spot en el que llama a votar por el candidato que “apoye la transformación educativa”, habida cuenta que AMLO se ha declarado por la cancelación de la mencionada reforma. Finalmente, el anuncio de una presunta serie sobre el populismo, cuya publicidad en el transporte público se difundió profusamente por las redes sociales, enfatizaban, de nuevo, su conexión con Chávez.

Difícilmente estos mensajes podrían calificarse como de contraste, su tono descalificatorio es evidente y además de convocar al voto del miedo, algunos de ellos podrían considerarse calumniosos. Son mensajes que buscan enlodar al adversario. El problema de la guerra sucia es que además del perjuicio que ocasiona a la calidad de nuestra muy incipiente democracia, desencadena una espiral de confrontación entre los seguidores de los candidatos adversarios que pone en riesgo la viabilidad de un tejido social, ya de por sí bastante dañado, y que se traduce en rupturas de amistades y familiares, o en el peor de los casos en enfrentamientos violentos.

Los organismos electorales (INE, TEPJF, FEPADE) tienen el mandato insoslayable de garantizar que la elección se realice bajo los principios de “legalidad, imparcialidad, objetividad, certeza e independencia”, abonando con ello a que la contienda contribuya al desarrollo de la democracia. Sus acciones deben ajustarse estrictamente a lo que señalan las leyes electorales.

Sin embargo, lo que se ha visto hasta el momento es que sus decisiones van a contracorriente de los principios estipulados. El TEPJF avaló la ilegalidad detectada en la recolección de firmas de Jaime Rodríguez y con el voto de cuatro magistrados lo metió en la boleta. El INE hizo caso omiso de la flagrante violación del spot de Mexicanos Primero respecto a la contratación de spots electorales y su pretensión de influir en contra de un candidato, en este caso AMLO, y se convirtió en cómplice de la violación. En contraste, esta comisión integrada por los consejeros Benito Nacif, Claudia Zavala y Adriana Favela han bajado spots de AMLO con los candidatos a gobernador alegando una supuesta “sobrexposición”.

Empero, no solamente es la propaganda de los candidatos la que concita a la polarización, sino que también juegan un papel muy activo los grupos empresariales, los medios de comunicación y algunos personajes de la llamada comentocracia, que pretenden descarrilar las preferencias del electorado mediante la diseminación de una campaña de miedo. En este contexto, la convocatoria que Jesús Silva Herzog hace a “los nerviosos” acerca de respetar la legalidad del proceso, resulta altamente pertinente y necesaria.

Es urgente y necesario que erradiquemos el fantasma de 2006 que amenaza con regresar en esta elección. No reeditemos la polarización y el encono que sembró entre los ciudadanos y del cual apenas nos estamos recuperando. El desastre nacional que hoy padecemos tiene su origen en esa elección que muchos calificamos de fraudulenta. El ejercicio de Calderón transcurrió en un México crispado y el único beneficiario de esa crispación fue el crimen organizado.

¡No a la guerra sucia! ¡No a la polarización!

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JJ/I