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Drama tricolor

Dos meses de precampaña y uno de campaña no sirvieron para alejarse de un tercer lugar cada vez más marcado, pero sí dieron pie a la sacudida en el PRI que tumbó al líder nacional Enrique Ochoa Reza, quien, por cierto, apenas se notó impulsando a su candidato José Antonio Meade Kuribeña en los 90 días que llevan invertidos para hacerse de la intención de voto.

Rayando, cuando la impresión de las boletas electorales para los candidatos a la Presidencia de la República empezará este domingo, el Revolucionario Institucional dio un apretón de tuercas que se empeñan en llamar etapa de cambio, pero que a todas luces se ve como un intento de posicionar mejor no sólo al candidato, sino al mismo partido.

El ajuste parece dar por cerrado el tema de la semana en el sentido de una alianza entre el PRI y el Partido Acción Nacional para hacer frente al empuje de Andrés Manuel López Obrador.

Las versiones de pactos implicaron, además, al sector empresarial por la supuesta presión que estaría ejerciendo para que Meade Kuribreña declinara a favor de Ricardo Anaya Cortés.

Ambos escenarios sonaban a utopía y hasta cierto punto, ridículos, pero fueron la columna vertebral de las primeras palabras que pronunció René Juárez Cisneros, a quien se asignó la tarea de rescatar al PRI y su candidato. El nuevo dirigente (quesque provisional) emitió un mensaje bastante claro: que nadie se confunda, Meade Kuribreña no se baja de la boleta y no se operará para dar votos a Anaya Cortés.

Juárez Cisneros aceptó un reto difícil: deberá luchar, y muy duro, contra un PRI cuya imagen, asociada a la corrupción, es el principal lastre que mantiene a su candidato sumido en el tercer lugar y deberá luchar contra un enojo social que ha sumado un gran porcentaje de votantes que jamás darían su sufragio al tricolor.

Paralelamente tendrá que hacer algo así como una cirugía de corazón al interior de un partido herido, en el que la unidad es sólo fachada a juzgar por las voces de descontento y desconcierto que empezaron a escucharse para señalar a un dirigente nacional que en un año y 10 meses desgastó la estructura al no escuchar a la militancia y seguir la ruta de la imposición en la designación de los aspirantes a otros cargos de elección popular.

Igualmente crucial y complicado para Juárez Cisneros será posicionar a Meade, un candidato que no ha podido conectar como lo hicieron López Obrador y Anaya Cortés por más que se diga el más inteligente, preparado y libre de corrupción.

De ese tamaño es la tarea. Tan grande que se dice que hubo quienes de plano dijeron que no al compromiso.

Por si fuera poco, está el factor tiempo. El nuevo dirigente del tricolor tiene dos meses para enderezar un barco que ya muchos dan por hundido y por ello consideran que en realidad la labor de Juárez Cisneros va encaminada ya no tanto a lograr que el partido se quede con la Presidencia, sino a amarrar mayoría en la Cámara de Diputados y en el Senado de la República, porque con los aspirantes a las curules la situación también pinta para masacre en las urnas.

López Obrador dice que este arroz ya se coció y que ya nadie lo para; Anaya Cortés afirma que sólo él podrá vencer al tabasqueño si se aplica el voto útil, pero los expertos en números no sacan conclusiones tan rápido porque hacen hincapié en que el desempeño de los candidatos en lo que resta de las campañas será lo que arroje el resultado del 1 de julio.

Hay que prepararse, pues, para la recta final y los números que vengan en la carpa electoral.

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JJ/I