INICIO > OPINION
A-  | A  | A+

Gatopardismo a la mexicana

Cuando un equipo de futbol lleva una ventaja mínima muchas veces se echa para atrás y espera los embates del equipo contrario. Los fieles seguidores del equipo que va venciendo se mesen los cabellos, se comen las uñas, sudan y sufren con cada ataque peligroso del equipo contrario. Por desgracia, muchos partidos se pierden por esta táctica ratonera. En otros, cuando la ventaja es holgada, se juega con displicencia o demasiada confianza, y las volteretas ocurren. Claro, aunque también existen los contragolpes letales.

Con la debida proporción guardada, algo similar ocurre también en algunas contiendas electorales. Antes de la campaña electiva y durante la primera parte de la misma un candidato puede llevar una cómoda ventaja o se augura un triunfo cerrado pero seguro, de acuerdo con las encuestas, claro. Sin embargo, las sorpresas ocurren y terminan siendo el candidato derrotado. Ésa es la característica de una elección en cualquier sociedad democrática: la democracia es sinónimo de incertidumbre de los resultados.

En el México postrevolucionario, antes de la alternancia no había duda de quién ganaría la elección presidencial (en Cuba ya se sabía quién sería designado presidente en unas elecciones organizadas y supervisadas por el Partido Comunista). Si bien aún nuestra democracia es incipiente, no es posible saber con certeza quién ganará la elección, no importa lo que digan las encuestas, porque dependerá de muchos factores que puedan ocurrir a lo largo de la contienda.

¿Qué tanto está dispuesto a hacer un candidato para ganar la elección presidencial… o para que no gane otro? Continuando con el símil del futbol, cuando un técnico insiste que no será suspendido por sus malos resultados, lo más seguro es que termine siendo cesado. En una política pragmática, la lógica diría que, previas negociaciones, compromisos y acuerdos, el candidato de Todos por México (su coordinador ya fue destituido) debería declinar a favor del candidato de Por México al Frente, para poder derrotar al puntero en las encuestas, Juntos Haremos Historia, sobre todo por lo dicho por Paco Ignacio Taibo, que puso a más de uno nervioso.

Asumamos que el puntero en las encuestas gana la Presidencia, en respuesta al cansancio, resentimiento y desánimo de los electores ante una clase política aristocrática e insensible; de gobernadores corruptos, partidos políticos millonarios; sueldos y pensiones ofensivas, aderezado con una actividad criminal cada vez más incontrolable y desafiante. El voto duro del partido gobernante no lo es tanto; ahora es, más bien, blando.

Somos una sociedad que profesa un providencialismo secular con el deseo de que venga alguien a salvarnos de todos estos males que nos acechan. Sin embargo, vale la pena recordar que, a pesar del número de víctimas ocurridas por la conflagración revolucionaria de principios del siglo 20 (no hay consenso en el número de muertos, principalmente campesinos), la que menos perdió fue la clase pudiente mexicana. No fue una revolución social o económica, fue un movimiento político. El campesinado mexicano nunca vio los beneficios del sacrificio revolucionario (en la actualidad, la desbandada de políticos de otros partidos hacia la coalición puntera confirma que es un movimiento político).

Quienes ahora creen que México cambiará por la sola voluntad de un hombre se llevarán una desagradable sorpresa. Si bien, los adoradores verán las dificultades para cumplir las promesas de campaña, justificarán a su mesías tropical y culparán a los ardidos perdedores. Es poco probable que el candidato de Juntos Haremos Historia tenga un Poder Legislativo de mayoría; de seguro será uno dividido con el cual tendrá que negociar para que sus iniciativas prosperen o para que lo dejen gobernar, además deberá contrarrestar con decisiones más populistas que estructurales.

[email protected]

JJ/I