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En ascenso la violencia electoral

La violencia electoral en las redes sociales dentro y fuera de la web va en ascenso. Conforme avanzan las campañas en México es notable el crecimiento de las agresiones. Sus manifestaciones son perceptibles y podrían incorporarse a un violentómetro electoral. La escala de ese violentómetro electoral podría comenzar en los insultos que se propina a quienes piensan políticamente distinto o tienen una diferente intención de voto. Es lo más común. Salpican diario. Son pocos los que desean y saben escuchar, dialogar, y más escasos los que llegan a modificar su punto de vista tras sopesar otras opiniones.

Los que insultan en las campañas parten de la premisa autoritaria de que sólo ellos tienen la razón o la verdad y que los otros no la poseen. A través de la agresión exhiben intolerancia, menosprecio a los otros, arrogancia, inseguridad oculta, pequeñez intelectual. Ha hecho mucho daño a la humanidad la pseudoposesión de verdades absolutas, inamovibles, dogmáticas, como sucede en la política y la religión.

Del insulto en las campañas se pasa a otras variantes de mayor violencia, como son mentir, consciente o inconscientemente, con datos o información falsa para desacreditar opiniones adversas. Una forma de agresión es circular las mentiras de manera verbal y/o en redes sociales para no sólo descalificar ideas, sino hacer daño a personas que piensan distinto, en personalizar los ataques. Ese escalón de la agresividad es posible aumentarlo hasta promover el linchamiento en las redes sociales contra quienes piensan votar por tal o cual candidato, o que pertenecen o simpatizan con determinado partido.

La violencia electoral continúa cuando se insinúa que quienes tienen diferentes opciones políticas pueden ser lesionados, para luego pedir abiertamente que se les agreda. Después se llega al extremo del asesinato, que llega a justificarse en ese contexto de violencia. La persona se convierte de ser alguien que piensa distinto a un adversario político, y de ahí a, en lenguaje de guerra, enemigo a muerte. Aclaro que aquí destaco la violencia electoral entre personas; faltaría detallar las violencias simbólica, estructural, cultural y la propia violencia electoral que parte de instituciones políticas con sus discursos y decisiones.

La llamada guerra sucia que estamos observando en Jalisco y el resto del país atraviesa el violentómetro electoral. Lo alimenta, le echa gasolina, incendia el encono social. La violencia electoral no exclusiva de ciudadanos que de paso exhiben sus patologías personales, sus ambiciones enfermizas de poder. Añadamos a candidatos a algún puesto electoral, a grupos y partidos que promueven o cierran los ojos ante la violencia electoral, que avalan la contratación de personas o grupos que lanzan bots, trolean y difunden mensajes basura a sus contrincantes.

Ninguno de los partidos políticos se salva. Todos tienen sus agresores electorales. Lo grave es que autoridades electorales dejan hacer, están atadas o justifican el uso de expresiones de la violencia electoral. Lo peor: recién se dio a conocer la noticia de un ex diputado y ex alcalde, y de nuevo candidato a edil, al que se acusa de pertenecer a la delincuencia organizada y ordenar el asesinato de opositores. Recordemos que se acercan a cien los candidatos y representantes asesinados.

Es normal que existan tensiones en un ambiente electoral. Pero permitir que de la tensión se pase al enfrentamiento físico o a la agresión en nombre de supuestas verdades políticas es inadmisible. En las campañas convertidas en guerra electoral también surgen voces y casos de comunicadores (vi uno patético en televisión y leí a otro peor en las redes) que insultan o dejan ver que es necesario llegar al crimen de un candidato, como recién conocimos el caso de un columnista de la Ciudad de México.

Uno de los mensajes que circula por redes sociales señala que tras concluir las campañas electorales y las agresiones habrá que hacer un recuento de cuántos amigos quedan. A menos de dos meses de las elecciones, son tiempos de impedir que crezca cualquier forma de violencia y que apostemos por la paz.

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JJ/I